En una nación poderosa como los Estados Unidos de América no todo podrá ser perfecto; pero prefiero valorar lo bueno: ciudadanos orgullosos los tiene. No es que me guste presumir, pero hoy he tenido ganas de poner en contexto a una persona que recientemente conocí y que tiene toda mi admiración.

En los años sesenta, mi suegro, un hombre americano de origen mexicano, fue convocado por el presidente Lyndon B. Johnson para enrolarse en el ejército. Ahí cumplió dos años de servicio, participando en los conflictos bélicos en Corea y Vietnam. No debe haber en el mundo una situación que dé más miedo que la de estar en medio de una guerra conviviendo a diario con la muerte.

Hoy, a sus casi 70 años, no cesa de hablar de los Estados Unidos con gran orgullo, y no es que él esté a favor de la guerra, más bien cree que los Estados Unidos de América le ha dado cosas buenas a sus ciudadanos; tantas, que él estaría dispuesto a volver a dar dos años de su vida por el país, aun sabiendo que podría morir.

El sorprendente patriotismo de los americanos me hace cuestionarme de lo que nosotros estaríamos dispuestos a hacer por nuestra nación. Ser mexicano es algo más que hacer fiesta nacional por un gol del Chicharito. Participación ciudadana no es organizar marchas, paros y bloqueos. Para alzar la voz se necesita algo más inteligente que eso.

Ser mexicano también tiene que ver con apoyar lo que fortalece a México y lo que nos hace bien a todos.

¿Por qué ir en contra de las reformas que son evidentemente necesarias? Pienso en la primera reforma que salió del horno: la educativa. Las primeras reacciones de quienes me imagino quieren seguir teniendo estancada a la nación fueron amenazas de movilizaciones y protestas a lo largo y ancho del territorio. Esta reforma será posible si maestros, padres y alumnos se ponen las pilas. Es la mejor manera de contrarrestar esto.

Es muy de americanos hacer cosas que demuestren patriotismo. Deseo que un día podamos decir “es muy de mexicanos apoyar lo que le hace bien al país”. No se necesita ser expertos en el tema. Basta con documentarnos, informarnos y emitir nuestros juicios propios para darnos cuenta de lo que sí y de lo que no queremos.

Me dan ganas de salir a la calle a preguntarle a la gente si está a favor o en contra de lo que le hace bien a México.