¿Cuántos años tienes?

Hay que tomar lo que cada día nos llega con optimismo, sin tratar de renunciar a las dificultades y no exigir a Dios más de lo que nos da.

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El tener una actitud positiva frente a la vida y las cosas que nos suceden, nos da felicidad. Es dejar que la vida fluya, y aceptar nuestra realidad interna, así como la realidad externa sin enojo, rencores, ni resentimientos.

Hay que tomar lo que cada día nos llega con optimismo y positivismo, sin tratar de renunciar a las dificultades y no exigirle más a Dios de lo que nos da, entendiendo que él sabe que es lo que más nos conviene. “Dios nos da siempre lo que necesitamos, no lo que deseamos”.

Darnos cuenta que no podemos tenerlo todo bajo control y, sin embargo, actuamos como si lo pretendiéramos. Aferrarnos al pasado, es la garantía de vivir una vida penosa e ineficaz. Y aceptar los cambios del hoy y del ahora, es aprender a vivir el presente.

Aprender de los cambios, dejar de analizarlo todo y renunciar al control sobre las cosas, son condiciones imprescindibles para disfrutar de la vida.

Vivir el hoy y el ahora, está orientado al presente, el querer controlarlo todo está enfocado hacia al futuro y al pasado. Cuando dejamos que la vida fluya, nos volvemos más creativos, más agradables, más abiertos y más receptivos.
Todo se facilita más naturalmente en nuestra vida, si nos dejamos de resistir a lo que cada día nos depara. Bien decía la escritora Barry Stevens: “No empujes el río”.

Nunca bloqueemos nuestras emociones, ni frenemos nuestros sentimientos. Anular nuestra pasión o interés en cada cosa que existe, sería vivir una vida de frustración, de remordimientos y de infelicidad.

No se trata de “hacer lo que siento” sino de “elegir que hacer con lo que siento”. Aprender y reconocer nuestras emociones, darles nombre e identificar su origen, es por fuerza el primer paso para salir del ostracismo en donde nos hemos metido. Salir de nuestro egoísmo, y empezar a compartir ¡Este banquete que se llama vida!.

Podemos empezar a ocuparnos con fervor, en vivir cada día dándole más espacios a nuestras horas; más relaciones de calidad con nuestros seres queridos, y tratar de dejar de controlarlo todo.

En cierta ocasión alguien preguntó a Galileo Galilei:- ¿Cuántos años tienes? – “Ocho o diez”, respondió Galileo, en evidente contradicción con su barba blanca. Y luego explicó:-“En verdad, tengo los años que me restan de vida, porque los ya vividos no cuentan, como no tenemos más las monedas que ya gastamos”.

Creceremos en sabiduría si valorizáramos el tiempo como Galileo Galilei. Decimos espantados: ¡Cómo pasa el tiempo!, pero en verdad, somos nosotros los que pasamos. El astrónomo italiano sabía que estamos aquí de paso, somos peregrinos y es bueno pensar en la meta que nos espera. La certeza de que nuestro caminar terrenal tiene un fin, es el mejor recurso para valorizar más cada minuto que vivimos. Así podemos disfrutar lo que realmente tenemos:¡el presente!.

Conviene gozar cada día como si fuese el último de nuestra existencia. El ayer ya se fue y el mañana aún no llega. Sería bueno el día de hoy hacernos la misma pregunta: ¿Cuántos años tienes?. 

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