Cuatro mujeres de más de 50 años salieron en auto a Acapulco
El bloqueo en El Ocotito el viernes 21 de marzo pinta como pocos cuadros el desabrigo del ciudadano común y corriente.
Cuatro mujeres de más de 50 años salieron el viernes en auto de la Ciudad de México a Acapulco. Tardaron 11 horas en llegar.
El bloqueo de los maestros en la Autopista del Sol a la altura de Chilpancingo las llevó, como a muchos, a tomar una ruta alterna. Cuando libraron el paso toparon en El Ocotito con un segundo bloqueo. Ellas dicen que eran las guardias comunitarias. Se trataba de las brigadas de la Upoeg (Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero), que protestaban por la detención de “uno de nuestros compañeros”.
Según el testimonio de las señoras, la Upoeg cerró el paso de tres a cuatro horas. Según otros testimonios, se paseaban armados entre los coches. No se reportaron robos ni abusos ni agresiones. Tampoco aparecieron policías ni sobrevolaron helicópteros.
Cientos de autos, personas, mujeres, ancianos, niños, bebés abandonados a su suerte ante hombres armados que repetían cosas como “para que vean lo que se siente que no lo escuchen a uno” o “lo hacemos porque nos traicionó el gobierno”.
Cientos de personas que no podían ir a ninguna parte, bajo el sol guerrerense o al caer la noche. ¿Qué nombre tiene ese desamparo? ¿Quién lo tolera? ¿Por qué se tolera?
La narración de las señoras se perderá seguramente entre las anécdotas y las justificaciones estúpidas de que no pasó nada, porque no iba a pasar nada.
Pero el bloqueo en El Ocotito el viernes 21 de marzo pinta como pocos cuadros el desabrigo del ciudadano común y corriente. Y el miedo de los gobernantes que, como están las cosas, prefieren dejarlas en las manos de Dios.