Cuatro que hacen falta

Uno de ellos es Herberth Novelo Rosado, cuyo primer aniversario luctuoso está cerca.

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A lo largo de mi vida he tenido la suerte de toparme con personas de gran calidad moral e intelectual, de corazón bondadoso y mano generosa, de quienes he aprendido que hay cosas más importantes que los bienes materiales. Hoy traigo a presencia a cuatro, ya muertos desafortunadamente.

Uno de ellos es Herberth Novelo Rosado, cuyo primer aniversario luctuoso está cerca. Fue pediatra, muy bueno por cierto, pero lo mejor de él fue su alma amorosa. Cuando fue su misa de exequias, en Itzimná, le comenté a un buen amigo: “Así quisiera que fuera mi velatorio”, porque el templo estaba lleno y la gente que lo quiso se desbordaba hasta más allá del edificio. Nunca vamos a llorar suficientemente su ausencia.

Otro fue el Ing. Gelasio Luna y Luna, tlaxcalteca hecho yucateco, ferrocarrilero de alma y corazón.

Basquetbolista hasta el tuétano. Un ejemplo de honradez y respeto a los demás. Nunca le oí hablar mal de nadie ni alzar la voz ante ninguna circunstancia. Don Gelasio dejó en el deporte  y en el corazón de sus amigos una huella imborrable.

Uno más, también ingeniero, don Santiago Martínez Ríos. Gracias a mi trabajo reporteril tuve el honor de conocerlo y con el trato hacerme su amigo. A su bondad sin límites y su fino sentido del humor aunaba una capacidad profesional de excepción. Fue uno de los grandes camineros de México y una de sus frases: “Recular, ni para tomar empuje”.

El cuarto fue Gustavo Ricalde Durán, un hombre que se hizo a sí mismo. De ser un modesto contador privado, escaló los más altos puestos en las dirigencias empresariales, fue un  buen deportista y llevó a los Leones de Yucatán al campeonato. Pero lo mejor de él fue su callada generosidad. Puedo dar fe de ello.

En un país y un mundo donde campean el egoísmo, la arrogancia, el despotismo y la mala fe, personajes como mi compadre Herberth, don Gelasio, don Santiago y don Gustavo harían mucho bien. Lástima que ya no estén aquí.

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