Cuentos de los sabios
Los cuentos son como ancianos benévolos que conocen el corazón del mundo.
Orientales, africanos, judíos, cristianos, musulmanes; son algunos de los títulos de las compilaciones de relatos orales y de canciones, que los escritores Henri Gougaud y Jean-Jacques Fdida han ido transcribiendo a lo largo de los años.
Una de estas compilaciones inicia, a manera de prólogo, con un texto titulado “modo de empleo”, elaborado por el escritor francés Henri Gougaud; en él se nos explica la manera en la que podemos “leer” la obra, aclarándonos desde las primeras líneas que no se trata de un libro para ser leído, sino para ser frecuentado como un amigo íntimo y secreto, al que se le pide sustento, luz, emoción, alegría. Se nos dice igualmente que es una obra que espera ser preguntada por nosotros, para poder ofrecernos sus respuestas.
El autor del “prólogo” nos pide que guardemos los libros cerca de nosotros, que los abramos de vez en cuando, que los visitemos como a un viejo amigo, que les miremos con los ojos cerrados, y que con los ojos abiertos les demos las gracias.
Poética y original forma de presentarnos el esfuerzo realizado por los autores al ir reuniendo, a través de los años y de los espacios, los relatos de los colectivos humanos; el género cuentístico privilegia -en el caso particular que hoy comentamos- el carácter de sabiduría que contienen sus páginas.
Según los autores de estas colecciones de relatos, los cuentos son como ancianos benévolos que conocen el corazón del mundo; han permanecido vivos a lo largo del tiempo, de las culturas, de las filosofías, y de las religiones, porque en todo momento y circunstancia han sido amados.
Una de estas colecciones está dedicada, muy simbólicamente, a la amistad.
La lectura, sustentada en la transmisión de la sabiduría, nos recuerda que la esencia de nuestro caminar es el amor.