La curiosidad frente al suicidio
El suicidio fue lo primero en que pensó Juan tras el diagnóstico; sin embargo, fue su curiosidad la que lo hizo desistir de esta idea.
En Yucatán, cuando una persona decide quitarse la vida, no se le realiza un funeral común. Su cuerpo es colocado bocabajo dentro de la caja y no se permite su velación en la iglesia: el suicida ha perdido el derecho de mirar a Dios a los ojos.
En lo que va del año se han presentado cerca de 160 casos; es decir, en el Estado cada dos días deciden quitarse la vida tres personas, muchas de ellas jóvenes. Esto representa un problema social en el que aspectos religiosos, económicos, educativos, de salud y demás, llegan a un punto de quiebre en la persona.
Los problemas del mundo nos ahogan cada vez más provocando un cambio en la forma de observar la vida y la muerte. Elena Poniatowska describe en “La inteligencia frente al sufrimiento” la manera en la que el escritor yucateco Juan García Ponce afrontó la noticia de que padecía esclerosis múltiple, enfermedad que se supone lo mataría al cabo de un año.
El suicidio fue lo primero en que pensó Juan tras el diagnóstico; sin embargo, fue su curiosidad la que lo hizo desistir de esta idea:
“Me suicido y ¿qué tal si algo pasa en este año? ¿Qué tal si pasa algo maravilloso?”, pensó García Ponce, quien vivió cerca de 35 años más de lo pronosticado.
La anécdota sobre Juan me lleva a pensar que quizás esto es de las cosas que poco a poco hemos perdido en nuestra época: curiosidad por el mundo… y por eso la tasa de suicidios crece cada vez más.