De aceras y peatones

Hoy a todo el mundo en Mérida le preocupa más darle todas las facilidades al automóvil en su entrada y salida a cocheras.

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Pareciera que en la Mérida actual, moderna y extensa, uno de los objetivos en su equipamiento es que mientras mayor sea la población y, consecuentemente, el número de peatones, menores y más inseguras deben ser las aceras.

Recuerdo que cuando era niño, en casa de mis abuelos, cerca de Santa Lucía, en el Centro Histórico, la entrada y salida del automóvil a la cochera se hacía utilizando unas rampas de madera que se ponían sobre el pavimento contra la guarnición de la acera para que el vehículo subiera y entrara a la casa, y esta era una práctica común para no afectar el espacio del peatón en la vía pública, conservando íntegras y lisas las aceras, que desafortunadamente no eran muy anchas, pero sí libres de riesgosas irregularidades.

Recuerdo también que en la García Ginerés las rampas de acceso a las cocheras se hacían afectando sólo una pequeña franja de las aceras, dejando un espacio suficiente y seguro para los peatones, que en aquel entonces éramos muchos, ya que caminar era una costumbre arraigada, tanto para ir a la escuela, como para ir a la tienda del barrio, al parque o al mercado.

A diferencia de lo que ocurría en aquel entonces, hoy a todo el mundo en Mérida le preocupa más darle todas las facilidades al automóvil en su entrada y salida a cocheras y estacionamientos, que la seguridad del peatón, el cual no sólo tiene que caminar sobre las rampas, sino también en las interminables irregularidades y escalones que caracterizan a nuestras aceras, cuando éstas existen; y esto se debe a que no contamos con una normativa (y si existe no se aplica) que obligue a todos los propietarios de predios en la ciudad a construir y mantener las aceras del frente de su terreno o vivienda, lisas, sin irregularidades y sin obstáculos.

Todo esto hace que hoy para mucha gente sea más seguro, a pesar de los riegos que ello implica, caminar sobre el arroyo y no en las aceras, que parecieran trampas instaladas a propósito en muchísimas partes de la ciudad. 

Hoy que estamos repavimentando, destinemos una parte de los recursos a la mejora y conservación de las aceras, haciendo co-responsables a los propietarios de casas, ya que en nuestro espacio vial el peatón está más inseguro que el automóvil, cuando debe ser al revés.

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