De candidatos y cándidos

Candidato es palabra emparentada con cándido, candela, candelero, candente, entre otras.

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Hoy quiero traer ante los lectores una palabra que viene de la Roma imperial y que está arraigada en el fértil humus semántico de la civilización indoeuropea ya secular cuando los romanos eran dueños del mundo y que en estos días y cada vez más se va a oír: candidatos.

Al español llegó del latín clásico: candidus, que significa, aunque suene a comercial, rechinante de blanco.

Los que rastrean los antecedentes remotos de las palabras sitúan su raíz en un  verbo indoeuropeo, kand o kend, que significa brillar. Candidato es palabra emparentada con cándido, candela, candelero, candente, entre otras.

Se debe a que, en la Roma antigua, quien quería optar a un puesto de gobierno debía presentarse ante la ciudadanía vestido con una túnica resplandeciente de blancura para significar su honradez, pero también la transparencia de sus actos y su buena voluntad de servir a los ciudadanos y que estaba dispuesto a someterse al escrutinio público.

Los ciudadanos no somos cándidos ni comemos candela, pero a veces nos ponemos candentes cuando algún candidato llega al poder y abusa de su cargo, se encierra en las oscuras mazmorras de la corrupción y tiene el alma manchada por el pecado social de la rapiña.

Ser candidato es estar en el candelero. Esto deben saberlo quienes quieren ser mandatarios (el que nos hace los mandados).

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