De otras plumas
Después de cuarto de siglo de periodismo cada vez entiendo menos de la política y de sus actores
El nido del kau es una morada tejida de materiales tan flexibles como las ideas, las flores y, sobre todo, las fibras del corazón, suspendidas de una rama llamada vida.
Cada jueves, gracias a “El poder de la pluma”, diversas avecillas aterrizan aquí a sabiendas que dialogan con un pajarraco de negro plumaje y oscura conciencia.
Llegan con propuestas, críticas siempre bien intencionadas y propositivas; con chismes políticos que jamás publicaré porque después de cuarto de siglo de periodismo cada vez entiendo menos de la política y de sus actores; me llegan cuentos de excelente manufactura; relatos de escritores y, lo inesperado: abundante poesía.
Hoy quiero ceder mi pluma a una de esas aves. Este jueves abandonaré el luto de este nido y lo pintaré de colores, con el permiso de sus lectores:
“La madrugada nos sorprende en vela. El día empieza cuando la noche nos envuelve. Y en medio de la bruma, llega tu luz dedicada a mí. Son tus letras que se acercan a decir “aquí estoy”. Una sonriente lágrima asoma y refuta la supremacía: soy yo para ti.
“No amanece. La naturaleza se aletarga en un suspiro interminable. Y de nuevo tú. Ahora tu voz, tu risa..., y en mí la pregunta callada que se niega a matar la esperanza. Los astros hacen su habitual movimiento, de nuevo es noche.
¿Cuándo pasó el día? Las persianas de la memoria se cierran en el intento de sellar el olvido; pero estás ahí, retumba el eco de tu voz desde mis entrañas, escucha toda esa emoción que se niega a liberarse.
“Tus labios pronuncian un juramento sublime, los míos lo aceptan. Y en la perpetua oscuridad se deslizan por el vacío hasta encontrarte. En ti deposito mi gesto amoroso en un día cualquiera, uno que no lo es”.