No soy quién, ni tengo elementos de prueba que me permitan poner en duda  los peritajes y declaraciones de autoridades policiacas capitalinas y especialistas de la UNAM respecto de los mortales ataques de perros a cinco personas al menos en el Cerro de la Estrella (Huizachtecatl para aztecas y mexicas, lugar de la ceremonia  del Fuego Nuevo, y hoy teatro de la  imponente representación de la Pasión en Semana Santa).

Admitamos entonces que los muertos lo fueron  por mordeduras de perros. Sin embargo, es muy difícil aceptar que los hayan matado (no asesinado) esos escuálidos canes que fueron cazados y confinados por la policía capitalina. Para mí que su muerte se debió al ataque de animales especialmente entrenados y que tras ese ataque hay una mente enferma.

Los perros, sean los de pelea o los ruines malixes a los que se pretende satanizar, no son culpables de nada. Si fueron los primeros, su amo es el responsable cruel y desalmado; si los segundos, lo somos todos quienes abandonamos a su suerte a esos animales y los dejamos proliferar sin medida. De cualquier modo, lo ocurrido refleja lo peor del alma humana. No hay perros asesinos, hay humanos que los usan para dar muerte o que cuando ya les estorban los sacan a la calle a luchar por su vida.

Sobre el Pacto por México, Dios me libre de ser un opositor a los buenos deseos ahí expresados. Pero eso no me impide señalar que me parece que se está construyendo una estructura paralela a las instituciones de derecho que sustentan la vida institucional. La nación ha construido órganos de gobierno (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) para dar cauce y procesar sus anhelos y sus problemas. Ahí se debe discutir la agenda nacional. ¿Por qué no mejor hacerlos eficaces en vez de seguir inventando instituciones paralelas y metalegales?