De tomas de protesta...

Todos hemos estado saturados de información de la jornada tan intensa de emociones, vítores, protestas y demás acontecimientos relacionados con la toma de protesta de nuestro nuevo presidente.

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En mi caso en especial, no me pierdo ni una desde la de Ernesto Zedillo, que fue la primera que me tocó cuando con los ojos abiertos como platos pude ver por primera vez en mi vida a un señor dejar la presidencia y entregársela galantemente a otro sin chistar.
 
Por cierto, para los que están viendo la “película” de esta columna empezada: yo nací en Cuba, donde ese tipo de galanterías le cuesta la cárcel a quien ose sugerirlas, por lo tanto, yo nací con el mismo mafioso en la presidencia y me tuve que largar porque por más que quise, nunca se fue, ni se ha ido, ahora con la engañosa figura del hermanito.
 
He oído también opiniones negativas sobre el discurso inicial de nuestro nuevo presidente. Sin embargo, no pude dejar de comparar el aplomo y la calma del discurso (estén o no de acuerdo, no es el tema) con la histeria y la verborrea de los primeros diálogos o discursos de victoria, por ejemplo de uno de mis villanos favoritos: Hugo Chávez, de Venezuela. No creo que muchos de ustedes  hayan tenido la calma e hígado para escuchar algo semejante como el “discurso” que profirió después de su tercera victoria. Me gustaría ver a muchos de los que protestan contra resultados en nuestras elecciones si les quito el IFE y les pongo unas maquinitas y les digo que les juro que la computadora con el programa que diseñaron en La Habana dice que volvió a ganar el mismo tipo, ahí mismo se armaría. 
 
México jamás toleraría algo semejante. Nunca los mexicanos serían capaces de poner en la silla presidencial a un personaje que como discurso de victoria dio un recuento de todos los municipios, alcaldías y barrios de Venezuela y los llamó héroes de la batalla, sin decir ni una sola propuesta seria, digo, ver a alguno de nuestros gobernadores llamando en un discurso a la gente de Solidaridad como “El heroico y victorioso pueblo de Playa del Carmen”, haría que la gente se levante y le hagan un examen toxicológico.
 
He ahí la diferencia, México tiene mucho que avanzar, pero su pueblo es maduro y su clase política, bastante profesional y seria, en especial si la comparamos con casi toda América Latina. 
 
Imagínense que nuestro nuevo Presidente hubiera osado dar el discurso con la espada de Juárez o la de Morelos en la mano.
 
Aunque les cause insulto que alguien pueda siquiera tocar algo tan sagrado, Chávez osó hacerlo con la espada de Bolívar, sacó la espada del libertador de América de un museo. 
 
Piensen en nuestra toma de protesta, en el discurso que siguió y comparen. Hay que estar muy orgullosos de la madurez de México como nación. Yo al menos sí lo estoy y mucho. 
 
PS: Murió Oscar Niemeyer, el único comunista que me agradaba, ya no queda ninguno...

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