Debatir para progresar

Cuando una persona discrepa y presenta argumentos en contra de su interlocutor, es considerada rijosa, problemática o que “no colabora”. No se puede estar siempre de acuerdo con todo, por lo tanto es lógico discrepar.

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El que no sabe poner sus ideas entre hielo no debe empeñarse en el calor de la discusión.- Nietzsche

En México hace falta mayor generalización de la cultura del debate, de exponer las ideas y aceptar las del otro cuando haya lugar. En general los mexicanos no sabemos discutir, creemos que las personas que no piensan como nosotros son nuestros enemigos.

En la vida pública, la contienda política contribuye a esa deformación. En ocasiones se actúa bajo la lógica de la adversidad electoral. La oposición es oponerse a todo lo oficial. Cuando se cambian los roles de quien gobierna, se invierten también los papeles de los que se oponen a todo. La oposición por sistema le ha producido gran daño al país. 

Si durante una discusión una parte no tiene la capacidad suficiente para saber enfriar la disputa, entonces se corre el riesgo de que concurran otros elementos al juego: la violencia o la agresión, que trasladarían la discusión a otros escenarios no deseados. La idea básica de una discusión es contrastar ideas y valorar las de mayor peso. Nunca una discusión debe traspasar los límites de la cordura  e ingresar a escenarios de agresión física. 

En busca de la verdad, los académicos tenemos que poner en práctica el arte de la buena discusión. La propuesta de Hegel a la discusión de ideas es el movimiento dialéctico: la tesis, la antítesis y una síntesis. Pero claro, para poner en práctica este ejercicio intelectual tiene que haber condiciones ideales para reconocer con honestidad que sólo de la confrontación de esas posturas se puede generar la síntesis o el resultado. Generalmente en la lucha ideológica-política se carece de esta honestidad. El alma de la ciencia siempre debe ser la libertad. Se trata  de que quienes discuten tengan capacidad para parar en los casos en que el interlocutor, obsesionado quizá por defender su postura, pueda traspasar los límites de la cordura. 

Durante mucho tiempo hemos padecido la falta de una auténtica cultura del debate o discusión de los temas de la vida  nacional. Cuando una persona discrepa y presenta argumentos en contra de su interlocutor, es considerada rijosa, problemática o que “no colabora”. No se puede estar siempre de acuerdo con todo, por lo tanto es lógico discrepar.

Hay que tener madurez para saber discutir, pero también para echar reversa. Se dice: “Lo cortés no quita lo valiente”. Ni tampoco significa una derrota intelectual. La discusión no debe tener por objetivo el triunfo, sino el progreso.

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