De quien es el principal encargado de conducir la economía nacional -el Gobierno Federal- no se esperan declaraciones de pesimismo y catastróficas; pero lo contrario también es cierto: tampoco se esperan declaraciones triunfalistas alejadas de toda realidad. Tanto mal causan las unas como las otras.

Hace dos días el Ejecutivo Federal nos obsequió a los mexicanos un ejemplo de las segundas al afirmar que la economía nacional “va por buen camino”.

Desde esta peculiar perspectiva, qué equivocadas están las familias mexicanas al sentir que su poder adquisitivo disminuye. Error en el que viven las empresas que sienten disminuir sus ventas y su liquidez. Extraviados los mexicanos que enfrentan menor oportunidad de acceder a empleos permanentes.

La declaración presidencial resulta pésima si lo que intentaba era inyectar confianza en el ciudadano sobre el manejo económico. Cuando la realidad desmiente abismalmente el discurso, lo único que se logra es el efecto contrario: se genera mayor inquietud y desconfianza.

Su dicho se basa en que durante abril de este año la producción industrial creció 3.4% respecto del mismo período de 2012, según cifras del INEGI. Claro que le faltó decir -con cifras del mismo Instituto- que es mucho menor que el esperado de 5.3% y que en cifras desestacionalizadas (sin contar días festivos y fines de semana) es en realidad un descenso de 1.67%.

Añadió que en abril el IMSS registró un alza de 3.2% en la generación de empleos formales, omitiendo que buena parte de ellos son eventuales y no permanentes.

Que en el segundo semestre del año haya un repunte del crecimiento económico es algo que todos esperamos con ansiedad. Medidas fiscales y financieras para reactivar el mercado interno y laboral ayudarían más que el estrangulamiento fiscal a los contribuyentes mexicanos y que las declaraciones optimistas.