Democracias robustas

Los alemanes ejercen el poder de una manera muy diferente a la que lo hacen los partidos políticos en países de América Latina, uno de los continentes más desiguales del mundo.

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Cuando visitas países avanzados como Alemania, es imposible no preguntarte qué han hecho bien. De dónde viene su éxito, en qué radica que sean el centro industrial de Europa, el segundo mayor exportador del mundo y que sean la única nación capaz de salvar al euro en medio de la crisis. 

Después de quedar destruidos y arrasados por la guerra, los alemanes se dieron cuenta de que estar divididos no era el camino. Una vez que cayó el muro, lograron ponerse de acuerdo, y hoy son un país moderno y abierto al mundo.  

Cuentan con un régimen democrático de libertades y un sistema parlamentario. Sus partidos políticos tienen una posición constitucionalmente definida. Quienes ejercen la oposición son responsables y avanzados en su diálogo, les interesa que su país siga siendo puntero en economía, educación, tecnología, innovación.

Los alemanes son los grandes cooperadores dentro y fuera de casa, a pesar de la crisis económica y de confianza entre los estados de la Unión Económica, son firmes en su tradicional política de solidaridad europea.

Ejercen el poder de una manera muy diferente a la que lo hacen los partidos políticos en países de América Latina, uno de los continentes más desiguales del mundo, compuesto de estados ineficaces y corruptos; sociedades en las que no se puede utilizar el talento, ingenio ni formación académica. 

A lo largo de la historia, América Latina siempre ha sido dominada por grupos que han buscado sólo su beneficio. Y si bien Alemania es un país con una historia diferente, que enfrenta otros problemas, en lo que sí nos parecemos es en que como sociedades funcionamos con una serie de reglas políticas y económicas creadas e impuestas por las autoridades y los ciudadanos. 

Tanto ellos como nosotros elegimos a autoridades que nos proveen educación, salud, infraestructura; a líderes con visión para innovar y adoptar nuevas tecnologías y tomar decisiones trascendentes. En la vida real importa mucho quién tiene el poder, cómo se ejerce y cómo se reparte; así como la capacidad de los ciudadanos  de controlar a los políticos y de influir en su comportamiento. 

El modelo alemán nos da lecciones de lo que una democracia robusta puede lograr. ¿Por qué no aspirar a eso? Se me hizo adecuado hurgar en el pasado y en el presente para reflexionar a propósito del periodo que vivimos.

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