Deportistas en tierras olvidadas

La campana de receso sonó en la escuela primaria indígena Emiliano Zapata, de la comunidad maya Sahcab Mucuy...

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

La campana de receso sonó en la escuela primaria indígena Emiliano Zapata, de la comunidad maya Sahcab Mucuy; diez pequeños corrieron presurosos al patio. Uno llevaba un guante de beisbolista pero de talla para adultos, y en su pequeña mano parecía descomunal, otro portaba una pelota de goma, y dos más recogieron dos palos tirados en medio de la plaza de la escuela: eran sus bates. El juego de béisbol comenzó. Los demás niños que salían de sus salones optaron por dejarles la plaza a los diez contentos jugadores. 

“A mi equipo le toca ganar”, gritó Luis Gustavo Nájera, lleno de emoción, y levantando el bate en señal de triunfo tomó su puesto de bateador. Alguien más le arrojó la pelota, Luis la golpeó, ésta salió volando y desapareció por encima del follaje de algunos árboles. Algunos espectadores corrieron a la búsqueda y regresaron con las manos vacías. Entonces otra pelota diferente salió a la jugada y se rompió al primer golpe. El juego había terminado. Poco duró la emoción y el equipo se dispersó y confundió entre los demás compañeros que disfrutaban de sus treinta minutos de receso.

Es común, y ya no me extraña, ver a los niños indígenas jugar en sandalias, correr tras la pelota con los pies descalzos, y de vez en cuando ver a alguno de ellos saltar en un pie después de haber pisado alguna piedra en su camino. Otras veces, durante el juego, alguna sandalia sale volando por el aire, y otras más van a parar al bote de basura, pues no son adecuadas para el juego y ceden ante el esfuerzo.

En Sahcab Mucuy, así como en la mayoría de las comunidades indígenas, las autoridades educativas no fomentan el deporte y existen promesas incumplidas de campaña hechas por candidatos que por décadas sólo se asoman a las comunidades indígenas para pedir el voto. Ahora ocupan alguna curul o la ocuparon en su momento y no se les ha vuelto a ver. Cada candidato trae una promesa de espacios deportivos adecuados, equipo deportivo, incluyendo uniformes, y entrenadores; y así han pasado ya muchísimos años. Así pasa la vida allá en las tierras olvidadas. Aquellos torneos deportivos prometidos entre comunidades mayas también han quedado en el olvido.

Talentos hay muchos en las comunidades indígenas, y en varias disciplinas, no sólo en los deportes, pero ningún gobierno le apuesta a los descendientes de aquellos mayas que antes poblaron la península de Yucatán y que nos dejaron un legado cultural incalculable.

Sin embargo, a pesar del nulo apoyo de gobierno, los niños y jóvenes siguen soñando con ser campeones en alguna disciplina, siguen corriendo detrás de las pelotas con los pies descalzos, siguen corriendo para llegar a alguna de las bases; las sandalias siguen volando por los aires, y los finales de los juegos los siguen celebrando con gritos y aplausos. 

Algún día se hará justicia.

Lo más leído

skeleton





skeleton