No creo estar fuera de lugar al decir que el debut de la selección de balompié de México en el Mundial de Fútbol, que se desarrolla en Brasil, nos tiene a millones de mexicanos como a los niños y las niñas que ejercen su derecho al juego, al esparcimiento, un derecho que está señalado en el Artículo 31 de la Convención sobre los Derechos del Niño, adoptada por la Asamblea General de la ONU en su resolución 44/25, de 20 de noviembre de 1989. 

Un buen inicio, en el torneo universal, para México y los mexicanos y mexicanas, sin lugar a dudas, pero como en la vida cotidiana hay que recordar que NO se puede jugar todo el tiempo, porque hay que dedicarle también los espacios necesarios a la educación, al estudio y al cumplimiento de las responsabilidades que conllevan el ejercicio y protección de los Derechos Humanos.

Eso podemos comprobarlo leyendo los 54 artículos de la mencionada Convención que busca por sobre todo una vida de armonía y felicidad para las niñas y los niños. No nos olvidemos pues, como los niños, de disfrutar de nuestros momentos de esparcimiento, con la alegría que aún no se disipa por este triunfo de México sobre Camerún por un gol a cero.

Y cuando se disipen los humos de estos momentos de euforia, de esperanza futbolera, retornemos a la realidad y recordemos que la citada Convención indica: Los Estados Partes reconocen el derecho del niño al descanso y el esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad y a participar libremente en la vida cultural y en las artes.

Y consecuentemente la responsabilidad que para con ellos tenemos para proporcionarles una vida plena de oportunidades, para ser mejores personas al llegar a su vida adulta. 

¿Y acaso futbolistas de prosapia?