Dermatólogo destacado

El Dr. Andrade era un hombre de talla baja que contrastaba con su estatura académica.

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La semana pasada expusimos a grandes rasgos los aspectos más relevantes del curriculum vitae del Dr. Rafael Andrade Malabehar, pero creo que bien vale la pena hablar  otro poco del aspecto humano de este dermatólogo  yucateco de excepción.

Cuando se inicia la preparación en alguna disciplina académica, siempre se conoce a los representantes más destacados y el Dr. Andrade era uno de ellos en la Dermatología Mexicana; tuve la oportunidad de conocerlo personalmente en 1985, en el Hospital General de México, después de que presenté una plática sobre la Cultura Maya, me felicitó, me expresó su orgullo de ser yucateco y me invitó a su curso de dermatopatología en su laboratorio por un lapso de tres años, a lo que de inmediato recibió una respuesta afirmativa de mi parte.

El Dr. Andrade era un hombre de talla baja que contrastaba con su estatura académica, cara de rasgos afilados, amplia coronilla alopécica que compensaba con una barba “de candado” siempre bien cuidada, del color de su escasa y cana cabellera; en el cuello de la camisa su invariable corbata de moño, el chaleco y la bata blanca cuando estaba en el hospital y cuando lo abandonaba para dirigirse a su coche, un sombrero de ala corta, su saco casi siempre café y su gabardina beige; cuando ya estaba dentro de su vehículo, sus guantes para conducir y su cinturón de seguridad mucho antes  de que fuera obligatorio. 

Su esposa de ascendencia alemana es doctora en teología, que era, cuando menos en México, la única seglar en obtener ese grado académico; procrearon cuatro hijos varones, todos destacados profesionistas que laboran en el extranjero, porque con la  preparación adquirida y siendo poliglotas, el país no les brindó muchas oportunidades; sólo uno de ellos es médico, pero se especializó en cirugía cardiotoráxica  y trabaja en los Estados Unidos.

El Dr. Andrade nunca perdió ese tono al hablar  que nos caracteriza a los yucatecos. Un amigo suyo me dijo: “En cualquier idioma -dominaba 4- que hablara tu maestro, lo delataba su acento”. Una vez lo invitamos a impartir unas conferencias en la ciudad de Mérida y cuando fuimos a cenar me dijo que quería desquitar los dos meses de dieta a los que lo sometió su mujer, para poder disfrutar de nuestra cocina ese fin de semana; por eso fuimos a una famosa panuchería y degustó todo lo se le puso enfrente, que no fue poco,  preocupándome por la realización del evento del día siguiente, que se llevó a efecto sin ningún contratiempo. 

El Dr. Andrade en la actualidad se encuentra recluido en una casa de cuidados geriátricos por el deterioro de su salud,  pero sus méritos,  sin lugar a duda, lo hacen un fuerte candidato para que el nuevo Centro Dermatológico, que esperamos pueda construirse pronto,  lleve su nombre  como un merecido reconocimiento a su destacada vida profesional.

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