Desalientos

La última virtud del ser humano en una época en que la gente ha sustituido los valores por las aplicaciones de aparatos inteligentes pareciera ser la lealtad...

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La última virtud del ser humano en una época en que la gente ha sustituido los valores por las aplicaciones de aparatos inteligentes pareciera ser la lealtad. Me asusta la capacidad que tienen seres humanos a los que admiro o quiero de investigar si nuestro amor, amistad, cariño, respeto o relación terminó porque me “salí del grupo” en el que solíamos escribir nuestras historias, por ridículas que fueran, en un teléfono celular.

Me parece que la lealtad -que aprendí desde niña en casa- me obliga a ofrecer un respeto a quienes son, en el menor de los casos, compañeros con los que tengo una relación en algún momento de la vida y a quienes debería informar con toda tranquilidad el día que decida abandonar su vida para ir en la búsqueda de otras historias, y es que en estos días tuve la maravillosa idea de romper mi celular y en frenética búsqueda de sustitución (que  no ha terminado), cambié mis contactos de un aparato a otro y en el camino perdí mis “grupos”, y pareciera que también desapareció el amor.

Y esas extrañas situaciones (por lo menos para mí) me pusieron a pensar en la lealtad y lo que te lleva a dejar a alguien sin una explicación. A usar la información obtenida en confidencia para sacar provecho y utilizarla aun contra quien te la confió, porque en estos días se requiere poco para encontrar tus conversaciones en otras máquinas. 

Para aclarar un poco más, acudí a la Real Academia Española y a su diccionario de la lengua que describe el significado de la lealtad como el cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor y hombría de bien. O también como amor o gratitud que muestran al hombre algunos animales, como el perro y el caballo. Cualquiera de las dos explicaciones me queda bien y me parecería que deberíamos buscar en nosotros mismos significados de esas seis letras que encierran un extraordinario sentido de honradez, legalidad, verdad y realidad.

Me parece que a estas alturas del país la traición, como las marcas, evoluciona con una rapidez que sorprende y quienes hace dos semanas se decían tus socios, sustitutos, herederos, ahora serán capitanes de una guerra sin cuartel en la que la lealtad desaparece a la velocidad del pan caliente en cualquier panadería en una tarde de lluvia.

Ojalá que quienes se unen para incendiar cualquier edificio a fin de mostrar su disgusto por los hechos tristes que se desarrollan en este país entiendan que no ganan bonos, ni estrellas, ni resucitan a quienes cambiaron de plano universal, pero si fomentan la rabia, el enojo, la destrucción.

Podríamos buscar un poco de lealtad en nosotros mismos para con este país que nos dio la vida, los demás mexicanos que aquí viven y que además deben aguantar la agresión de los inconformes, los empresarios que invierten en una empresa a fin de darle empleo a otros y también reportan daños, para el que maneja su vehículo junto a ti, para los que te dieron una oportunidad. Es momento de sumar en tiempos complicados. Es momento de lealtad.

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