Deuda pendiente
Es muy bueno luchar por una educación de calidad pero la educación comienza en el hogar.
A diferencia de una novela, la confección de un cuento depende del final: lo primero que un autor tiene claro antes de escribir un relato corto es el epílogo. Lo mismo sucede, en el ámbito periodístico, con las notas informativas o con las columnas de opinión: si no tienen claro su final, no sirven.
Eso me pasó la semana pasada. Como en pocas ocasiones, llegaron a mi correo opiniones de lectores criticando, con justa razón, el final abrupto e incoherente de mi colaboración del primer jueves de abril. Más aún, alguien se atrevió a publicar en las redes sociales una pregunta al Nido: “Nada más por retórica: ¿qué fumó el Kau?”.
Por esa deuda pendiente con los lectores de “El Poder de la Pluma”, me detengo a explicar que mi única invitación era la de aprovechar el tiempo que nos quedaba antes de perder 60 minutos de nuestra vida por el cambio de huso horario. Por el tiempo, algunos padres enseñamos a nuestros hijos con los peores ejemplos.
En escuelas públicas se lee una manta: “Hay una educación que es gratuita: la que usted le pueda inculcar a sus hijos… Enséñeles a respetar, a no destrozar, a no mentir, a no robar, a ser responsables, esforzados, solidarios, a tener valor, a no ser violentos y a no dejarse manipular. Es muy bueno luchar por una educación de calidad pero la educación comienza en el hogar. ¡No delegue en los maestros lo que USTED debe hacer!”
A mi mente llegan esas imágenes cotidianas de nuestra enseñanza hogareña: manejar a velocidad inmoderada, con cambios bruscos de carril, insultos a las “tortugas” que gatean adelante, doblar o estacionarse en doble carril…
Todo, para llegar a tiempo a la escuela.