Para poder explicar mi experiencia sobre “Día de la independencia: contraataque” primero quisiera responder a una reflexión que llegó a mi cabeza, justo al salir de la sala. ¿Será válido arrancar la secuela de un filme sin el protagonista que le dio, tanto publicidad como personalidad a la primera entrega?

Mi respuesta a este cuestionamiento es un rotundo: no. Y es que quienes tuvieron la posibilidad de experimentar en aquel lejano 1996 el filme “Día de la Independencia” (Independence Day) protagonizado por Will Smith, vieron nacer un ícono de la década de los noventa y precisamente por eso, es complicado suplirlo y pretender que el público cinéfilo no va a echar de menos su representativo personaje.

El complejo conflicto que enfrenta su director, Roland Emmerich con la ausencia de Smith, donde pretendió colocara a Liam Hemsworth, resultó poco más que un fracaso, porque además de lo que el personaje incide en la historia, el propio argumento queda a deber. 

Se siente incluso una historia forzada, estirada sin mucho sentido y que se nota en lo predecible del argumento. Los malos muy malos, los buenos son un pan de Dios y como siempre, los estadounidenses terminan como los amos supremos del planeta y demuestran al mundo que pueden ser los líderes en todo momento.

Eso sí, los efectos especiales son fantásticos, situación que no es extraña en una cinta de ciencia ficción, más aún, cuando el argumento nos narra que desde la anterior invasión alienígena, el mundo ha desarrollado nueva y mejorada tecnología de guerra y que acto seguido, esperan un nuevo ataque de los extraterrestres.

Lo dicho, un argumento predecible, con momento de explosión visual que pueden ponernos al filo de la butaca aunque sepamos que al final, el bueno (al menos así lo marca RolandEmmerich) va a salvar a nuestro planeta.

Un filme medianamente recomendable, incluso diría que cien por ciento palomero para todos aquellos que aman los filmes de ciencia ficción, aunque le anticipo que no debe esperar mucho de la película, ni de la historia ni del trabajo histriónico, quizá sí del trabajo técnico, que seguramente dará mucho de qué hablar.

Sólo le recuerdo que la imaginación se disfruta más en la oscuridad del cine, así que no deje de asistir a su sala favorita. 

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