Día de muertos

El día de muertos o “Hanal Pixán” en Yucatán es una oportunidad de reencuentro con nuestras tradiciones prehispánicas...

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El culto a la muerte del mexicano es algo que nos distingue del resto del mundo; mientras en algunos países la muerte está relacionada con tristeza, miedo o tabú, en nuestro país lo asociamos a fiesta, convivencia familiar y comida, aunque en realidad asociamos todo con comida. Esta celebración trasciende como una de nuestras costumbres más profundas y dinámicas que actualmente realizamos, así como uno de los hechos sociales más representativos que hacemos como comunidad.

Al comentar nuestras tradiciones del uno y dos de noviembre a un extranjero, la primera reacción es de sorpresa: ¿cómo es posible que se festeje la muerte de un familiar? Se festeja porque para la cosmovisión mexicana la muerte no es el final del camino, sino el inicio de uno nuevo; representa la transmutación del cuerpo de una persona en un alma inmortal, y son estos únicos días cuando podemos reencontrarnos con nuestro ser amado y así poder consentirlo mediante ofrendas, ya sea con sus comidas y bebidas favoritas, dulces y hasta flores que serán la mejor bienvenida para nuestro ser querido.

Pero también nuestras acciones en los cementerios representan un aspecto significativo de la tradición, donde dicha visita no consiste en prender únicamente una vela o ir a rezar, sino que trascienden al hecho de permanecer ahí, disfrutando junto a sus familiares de música, comida y convivencia con el ser querido cuya alma salió del cuerpo para el reencuentro de su vida terrenal.

Y todo ello demuestra que los mexicanos le tenemos muy poco miedo a la muerte, que hasta nos reímos de ella, la satirizamos disfrazándola de catrina o dibujando la cara de los niños para hacer referencia a ella, volvemos a la muerte parte de la cotidianidad de la vida, la recibimos en nuestras casas y hasta nos tomamos un tequila a su salud. Eso lo ha descrito de mejor manera el premio Nobel mexicano Octavio Paz en El laberinto de la soledad, cuando afirma acerca de la muerte: “El mexicano la frecuenta, la burla, la acaricia, duerme con ella, es uno de sus juguetes favoritos y su amor más permanente”.

Sin embargo, el valor más importante, desde mi percepción, de esta tradición es la convivencia familiar, que va desde cortar los papeles de colores, colocar dulces y comida, fotografías y velas para formar un hermoso altar, preparar la masa y la carne del pib, para posteriormente hacer un hoyo para enterrarlo y cocinarlo, compartir y departir todo lo preparado en honor a nuestros muertos, pero sobre todo para los que aún permanecemos en este mundo terrenal.

Y aunque la tradición anglosajona cada vez permea más en la cultura mexicana, el día de muertos o “Hanal Pixán” en Yucatán es una oportunidad de reencuentro con nuestras tradiciones prehispánicas, las cuales continúan fortaleciéndose y fomentándose entre las familias.

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