Cuando se habló de la reforma política y se mencionó la posibilidad de que se estableciera un órgano electoral nacional, yo no estuve de acuerdo y lo hice saber  (claro que los legisladores no me hicieron caso).

En cambio, sí me pareció la reelección (algún día ojalá sea en todos los cargos, hasta la Presidencia) y la designación de los jueces del proceso por la Cámara de Senadores. Finalmente se hizo un buen trabajo, me parece.

Como en todo, hay, sin embargo, daños colaterales, uno de ellos –aunque no directamente por la nueva legislación (con la que sólo comparte temporalidad)- es el de la aparición de tres nuevos partidos (ya suman diez). Con los que había ya teníamos demasiados, pero como reza el dicho: “Éramos muchos y parió la abuela”. 

Y no es que esté en descuerdo con la generación de fuentes de empleo, pero creo que “de los tres no haces uno”.

No encuentro nada novedoso en su oferta política, son “más de lo mismo”, meras franquicias que se suman a  membretes existentes para complicarnos la vida a la hora de votar con tantos logotipos en las boletas.

En México hay tres verdaderos partidos, PRI, PAN y PRD, aunque estos dos con estructuras que se tambalean como casonas antiguas. No hacen falta más, por lo menos no como los que ya suman otros siete. Pero para que habla uno si no le hacen caso.