Difícil panorama
Será un año electoral en donde partidos políticos y candidatos harán su mejor esfuerzo por convencer a una ciudadanía decepcionada por los grandes problemas que aquejan al país.
El panorama político para el año que comienza se percibe complicado, será un año electoral en donde partidos políticos y candidatos harán su mejor esfuerzo por convencer a una ciudadanía decepcionada por los grandes problemas que aquejan al país: inseguridad, violencia, corrupción desmedida, impunidad, debilidad económica, falta oportunidades y en muchos casos desesperación.
El año 2014 dejó un sabor amargo en todos los sectores sociales, la masacre se Ayotzinapa desató una crisis nacional que aún sigue viva, la evidencia de corrupción en los altos círculos del poder político manifestada en las fortunas y mansiones de la familia presidencial y miembros del gabinete han desatado una reacción de rechazo hacia la clase política con el consecuente desprestigio de los partidos, tanto del partido en el poder como de los de oposición tradicionales, a quienes se les percibe como responsables de la crisis nacional.
El panorama en la economía se agravará con el año electoral en donde las decisiones económicas se tomarán con criterio político poniendo en grave riesgo la economía nacional. Será una de las elecciones más caras de la historia, el descontento de la opinión pública exigirá grandes sumas de dinero para conseguir votos y los primeros seis meses serán un festival de regalos, apoyos indiscriminados y medidas populistas. Será un carnaval donde los candidatos tirarán regalos desde carros alegóricos.
Ante este escenario se prevé un dramático rebote que comenzará en el segundo semestre de 2015 y se agudizará en 2016, cuando los efectos del despilfarro electoral, sumados al impacto de la baja en el precio del petróleo, causarán estragos en la economía y muy quizá estaremos enfrentado nueva crisis de grandes dimensiones.
El panorama político y económico para los próximos dos años es desalentador. La ambición desmedida y la codicia cada vez más frecuentes y voraces de los políticos han institucionalizado la corrupción que ha sido adoptada también por los partidos opositores que antes criticaban estas prácticas. La crisis actual es una crisis de valores donde las ideologías han sido relegadas por la ambición y el dinero.