Diputados y senadores: la revolución sí será televisada
Escucharemos, seguramente, los clichés arrastrados desde hace tres décadas (monopolio, manipulación, bla, bla).
Uno de los temas que dibuja mejor el atraso cultural de los políticos mexicanos es el de la televisión, de la que mucho se hablará en los próximos días a partir de la discusión de las leyes secundarias de la reforma de telecomunicaciones.
Escucharemos, seguramente, los clichés arrastrados desde hace tres décadas (monopolio, manipulación, bla, bla), pero me temo que poco de los conceptos que dominan los grandes centros de producción y decisión televisiva en el mundo. Como el de la idea de la libertad del televidente de solo ver cosas que de verdad le gustan.
México llega a la reforma con vetustas ideas de identidad nacional dominante (véase la pasión con que se exige una tercera cadena), y no con la cultura de la segunda década del siglo XXI, donde el nicho está suplantando a las masas. Lectura obligada para los 500 diputados y 128 senadores debe ser, por lo mismo, el paquete de cinco textos que Letras Libres presenta en su edición de febrero bajo el título “El futuro de la televisión”.
Tim Wu, quien acuñó el término neutralidad de la red, escribe en uno de los ensayos: “Siguiendo una estrategia que va a contracorriente de muchas de las normas y creencias más asentadas, Netflix pretende, nada más y nada menos, reprogramar a los espectadores. ¿Qué le pasará a la cultura de masas si lo consigue?”
El crítico Álvaro Bisama revisa en otro la cultura imperante de las imágenes que carecen de arte, “pero se viralizan hasta el infinito”, así como los fenómenos de Breaking Bad, Mad Men, YouTube, Vimeo, Flickr, iTunes…
Veinte páginas indispensables sobre los dilemas de la televisión, en presente y en futuro. No en pretérito demagógico.