Dudo que se logre

Urge que el Centro Histórico vuelva a ser habitado y no sea sólo núcleo comercial, donde no se ve a nadie “tomando fresco” en la noche o que se mantienen deshabitadas por largos meses, pues sus dueños las usan para vacacionar.

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Desde hace décadas se habla de la urgencia de que el Centro Histórico, una magnífica colección de arquitectura, historia y cultura, vuelva a ser habitado y no sea sólo núcleo comercial y asiento de la autoridad durante el día y, por las noches, tétrico escenario abandonado a sus fantasmas, con calles desiertas y lúgubres, excepción hecha de la Plaza Grande y un breve tramo de la 60.

Quienes con frecuencia pasamos por ejemplo en largo tramo de Reforma y la 66 desde Colón  hasta la 61, pero también por La Mejorada y la 56 hasta el entronque con la Pérez Ponce –por sólo mencionar algunos sectores- somos testigos del abandono en que se halla el centro de Mérida.

Otros tramos hay, en Santiago, La Ermita y porciones de Santa Ana, que ya son territorio extranjero y en ellos pueden verse casas y casonas restauradas con buen gusto y apego el trazo original, pero en las cuales no se ve a nadie “tomando fresco” en la noche o que se mantienen deshabitadas por largos meses, pues sus nuevos dueños las usan para vacacionar. 

A estos problemas –aunados al abandono desidioso de mansiones que serían la envidia de otras urbes- tendría que enfrentarse la propuesta de Olga Orive Bellinger, de Icomos, para lograr que esa zona vuelva a ser habitada –ahí sólo quedan románticos enamorados del pasado y algunos que no han podido emigrar por falta de medios para hacerlo-. Ojalá se pueda lograr. Yo lo dudo.

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