Ecos de la reforma antimonopolios

Es de buenos modos del gobierno y de los políticos decir que la reforma no tiene dedicatoria.

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La reforma a las telecomunicaciones fue mucho más allá. En realidad es una propuesta legal antimonopolios. Las definiciones de la iniciativa constitucional representan un logro histórico de la pluralidad y de la Presidencia de Enrique Peña Nieto. Seguramente su aprobación habrá de transitar con agilidad, más allá de las observaciones y de los puntos de vista particulares y diferenciados, como el del senador Javier Lozano, quien señala que el control en materia de telecomunicaciones lo debe hacer un órgano de gobierno y no un ente autónomo, postura que merece análisis y cuidadosa reflexión. Sería torpe tratar con desdén posiciones divergentes de la propuesta.

Es de buenos modos del gobierno y de los políticos decir que la reforma no tiene dedicatoria, como también que los aludidos afectados señalen que están de acuerdo con la iniciativa; no hay duda, juego de espejos. Lo cierto es que todavía hay una batalla por delante en la medida en que deberán procederse leyes ordinarias, la creación e integración del órgano regulador de las telecomunicaciones, así como los reglamentos y decisiones administrativas de carácter técnico, como es la medición de concentración o participación del mercado.
El eje de la reforma constitucional impone un sentido incontrovertible: freno a los monopolios.

El logro tiene su secuela; quienes hicieron propio el argumento sobre las limitaciones de Peña Nieto (proceso que iniciaron sus adversarios dentro del PRI, que con denuedo impulsó López Obrador y promovió la propaganda de los candidatos a legislador del PAN) perseveran en el regateo a la destreza en negociación que ha llevado al país a emprender en un centenar de días tres cambios trascendentales en el rescate del Estado mexicano: la reforma educativa (con la detención de la líder magisterial), la reforma a la ley de amparo para impedir su abuso por los poderes fácticos y ahora la reforma antimonopolios. “Bobalicones” aquellos presidentes que pudieron y no quisieron y, todavía más, quienes en el privilegio y el tráfico de influencia en Pemex les hicieron coro. 

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