La educación vial, urgente y necesaria

Una prioridad para nuestra sociedad es afianzar una convivencia democrática, respetuosa de los derechos de todos los ciudadanos.

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Siguiendo con el tema de la educación vial, nuestra gran ausente, es importante entender el valor que para cada uno tiene saber cómo convivir en los espacios públicos; al caminar por una acera, al cruzar la calle, al observar e interpretar adecuadamente las señales de tránsito, mientras nos dirigimos a nuestro destino o a tomar un autobús, todas ellas rutinas diarias de muchos quienes convivimos en el espacio urbano, al hacerlo casi nadie advierte que, aunque creamos que actuamos correctamente y con naturalidad, muchas veces nuestras decisiones ponen en riesgo nuestra seguridad, especialmente por esa gran ausente de nuestra formación: la educación vial.

Y si los peatones tienen estas condiciones, muchas veces de alto riesgo, los conductores de todo tipo de vehículos no sólo tienen un alto nivel de inseguridad, sino incluso de afectación a terceros. En cuanto los ciudadanos, nos movemos en un lugar que es social, que es de todos, nuestro transitar ocurre en un tiempo y un espacio en el que también se mueven otros y nuestro transitar influye en, y es influido por, el desplazamiento de los demás ciudadanos, peatones o conductores.

La interacción social es un factor que se transmite de generación en generación y, por lo tanto, puede modificarse, mejor dicho, mejorarse; es posible afirmar que la forma en que todos nos conducimos en el espacio público es resultado de una formación cultural que debe inculcarse desde los primeros años de vida.

Creo que una prioridad para nuestra sociedad es afianzar una convivencia democrática, respetuosa de los derechos de todos los ciudadanos, teniendo como marco de referencia una normativa adecuada y un servicio de vigilancia que asegure las garantías de todos.

En este contexto, junto a la alta frecuencia de accidentes viales, en los que muchos pierden la vida (o la dañan irremediablemente), hay que tener bien claro que dichos siniestros las más de las veces son evitables, lo que debe estar presente en toda la sociedad. Por otro lado, hay que inculcar en toda la gente la convicción de que condiciones más seguras de tránsito, vehicular y peatonal, redundan en una mejor calidad de vida; pero esto requiere un cambio cultural, el cual es posible y urgente.

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