El Abarca en que me iré, lleva una cruz de olvido
Lo bueno es que ahora sí se llevarán las investigaciones a fondo, tope dónde tope...
Es lo mejor que he escuchado últimamente, no solo por auténtico, sino por su profundo tinglado de licencias proféticas: “Le comenté a Aguirre que vigilara a Abarca, que no se le fuera a ir”. ¿Y qué hizo el ex góber? Aturdido por el linchamiento público y mediático, cuestionado por una crisis de gobernabilidad que negaba en forma compulsiva agitando su guayabera, lo mismo que haría en su posición decidido a reconstruir su dudoso prestigio: desestimar la sugerencia del secretario de Gobernación, como si fuera líder del movimiento politécnico negándole el saludo.
Seguro pensó que si la Segob estaba tan preocupada por el personaje y su distinguida prosapia, que ellos mismo se encargaran de su vigilancia mientras él buscaba una elegante salida a sus problemas como en los días del huracán que arrasara en Kafkapulco mientras él departía con sus contlapaches, cuando para redimirse frente a la población necesitada apareció siendo entrevistado con el agua, literalmente, arriba de las tetillas.
Se confió el ex góber, creyó que era Fidel Herrera y que iba a resucitar al tercer día. Pero no, le cobraron las facturas. Tendría que haber aprendido de Navarretín, quien pidió llorosas disculpas por el PRD, que con este escándalo demostró tener el rigor para la selección de personal de un barco pirata.
En ese sentido, quizá sea momento de detener la vorágine, reflexionar y encontrar la verdad que nos hará libres a través de grandes ejemplos. Ahí está el muy solidario Chicharito Hernández, que con el mismo sentido de la oportunidad cuando mete goles mientras Benzema no alinea en el Real Madrid, pidió por los normalistas de Ayotzinapa. Igual que otro gran contramaestre que siempre está en el lugar y el momento preciso, Fher, de Maná, quien no dudó, un mes después, en mandarles un abrazo a los padres de los desaparecidos. Eso sin olvidar al gran Calderón, quien mostró su lado humano, resguardado celosamente a lo largo de su sexenio, al desear con fervor que los chicos aparezcan vivos. Insólito verdaderamente.
Así, quizá haya que escuchar la voz de La Tuta que reconoce su equivocación, que sabe que hizo todo mal, que está arrepentido, que por su culpa y la de muchos otros se acabaron a Michoacán.
Y Guerrero y Veracruz y Coahuila y todo lo demás…
Lo bueno es que ahora sí se llevarán las investigaciones a fondo, tope dónde tope.
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