El agarrón que se avecina

Saboreando por primera vez la miel de la victoria en una contienda por la gubernatura...

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Saboreando por primera vez la miel de la victoria en una contienda por la gubernatura, el PAN y el PRD están en una etapa de regocijo, disfrutando las suculentas tajadas del pastel que recibieron como premio por abanderar al ex priista Carlos Joaquín González en la pasada contienda.

Todo es paz y armonía entre estos dos amantes políticos, que a pesar de ser tan opuestos, lograron llegar de la mano a posiciones de mucho poder en el Congreso local y en el gabinete gubernamental.

Pero esa relación idílica podría agriarse en el corto plazo ante la cercanía del 2018, cuando cada uno de estos partidos buscará posicionarse para seguir cosechando posiciones suculentas.

La política es así, y cada uno de los miembros de la triunfante alianza UNE jugará su propio juego según sus intereses, por lo que un rompimiento entre estas fuerzas políticas es muy posible.

El PAN está apostando en serio para la presidencia de la República en 2018, y a pesar del éxito conseguido al aliarse con el PRD en diversos estados, la posibilidad de que vayan juntos por la grande dentro de dos años es mínima.

De hecho, candidatos presidenciables del PRD han manifestado su oposición para ir en alianza con el PAN por la presidencia en el 2018, proponiendo en cambio una gran alianza de las izquierdas, incluyendo a Morena, el partido de Andrés Manuel López Obrador.

Los blanquiazules, por su parte, parecen estar mucho más cerca del PRI, cocinando una posible alternancia entre ellos, tal como sucedió en el 2000, cuando el presidente Ernesto Zedillo sirvió en bandeja el triunfo del panista Vicente Fox Quezada.

Vayan o no en alianza, a nivel local la relación entre PAN y PRD se volverá tensa: si van juntos, los jaloneos serán por las candidaturas a las senadurías y diputaciones federales, además de las presidencias municipales. 

De no aliarse en 2018, la cosa se pondrá fea desde mucho antes, pues panistas y perredistas empezarán a utilizar sus cuotas de poder para posicionarse, lo que implica siempre poner la zancadilla al adversario, aunque antes hayan sido los mejores amigos.

Y si faltaba un factor para complicar el panorama, está el hecho de que el gobernador Carlos Joaquín González aún no muestra sus colores. 

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