El agua, su uso y nuestra cultura

En Yucatán tenemos la suerte de tener bajo nosotros una de las mayores reservas de agua dulce, recurso que día a día contaminamos...

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Hoy la humanidad se enfrenta a un crecimiento exponencial del consumo del agua, desafortunadamente acompañado por una seria y preocupante degradación de su calidad debido al vertido, directamente o no, de todo tipo de residuos contaminantes (metales pesados, hidrocarburos, insecticidas, pesticidas, fertilizantes y enormes volúmenes de aguas residuales) que se descargan a los cuerpos de agua dulce, en tasas que superan con mucho su capacidad de asimilación y la de los ecosistemas naturales.

La humanidad se enfrenta a una creciente escasez de agua, por lo que es urgente resolver entre todos una serie de problemas que van desde la protección del medio ambiente hasta un reparto equitativo y un consumo controlado, sin derroche, del agua, tanto a nivel doméstico, como industrial y agrícola.

En Yucatán tenemos la suerte de tener bajo nosotros una de las mayores reservas de agua dulce, recurso que día a día contaminamos, especialmente por los usos y costumbres en torno al manejo de las aguas residuales de todo tipo de fuentes, los usos agropecuarios y el mal manejo de pesticidas y fertilizantes, problema que ocurre en todo el Estado, en un Estado con más de 2,000 asentamientos humanos.

Somos una región de características muy particulares, geográficas y  geohidrológicas, carente de cuerpos de agua superficiales, con un suelo en lo general permeable, pero con agua suficiente en el subsuelo, la cual sobreexplotamos en algunas regiones, exponiendo a nuestro acuífero, por un lado, a su salinización, y por otro a su permanente degradación, por la incorporación de contaminantes de alto riesgo.

Pero lo peor es que no estamos conscientes de nuestra situación, mal disponemos nuestras aguas residuales y construimos pozos a escondidas, y del drenaje pluvial mejor ni hablar. En muchísimas viviendas no se sabe en dónde está la fosa séptica (sumidero) ni a dónde descarga sus efluentes, muchas de ellas de más de 50 años, que jamás han tenido un servicio de limpieza o mantenimiento. No tenemos una cultura del agua que asegure su preservación, que garantice que en el futuro tendremos agua limpia. Tampoco tenemos una Ley Estatal de Aguas, acorde con nuestra realidad, ni un órgano rector que vigile su aplicación.

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