El cariño a Felipe Calderón
Lo que Calderón no consiguió como candidato ni Presidente, quizá comenzó a forjarse el miércoles.
Lo más notable del evento del miércoles en el Club de Industriales, donde Felipe Calderón lanzó la Fundación Desarrollo Humano Sustentable, no fue la convocatoria, notable en sí, sino el sentimiento de pertenencia, el gusto de estar ahí que se percibía en los cerca de mil asistentes. Sentarse a cenar en el fundraising inicial costaba 5 mil pesos. Pero la gente parecía orgullosa de haber sido convidada.
Fue, en cierto sentido, el primer homenaje a Calderón desde que salió de la Presidencia. Los malos farios le vaticinaban para estas alturas dolorosas comparecencias ante tribunales internacionales, no un recibimiento así de ex secretarios de Estado, ex colaboradores, senadores, diputados, gobernadores, leyendas azules de la talla de Diego Fernández de Cevallos y Luis H. Álvarez; leyendas de la función pública del tamaño de Alfredo Elías; viudas e hijos de quienes murieron como secretarios de Gobernación o Educación, empresarios, amigos y simples mortales que querían dejarse ver.
Lo que Calderón no consiguió como candidato ni Presidente, quizá comenzó a forjarse el miércoles: un calderonismo de cepa. Si no, qué otra cosa fue el evento. Él no puede ofrecer hoy trabajos, presupuestos, inversiones, favores. Solo trae un proyecto y un discurso.
“Tendré que hacer algo provechoso, sin ser un estorbo para mi partido ni para el gobierno al que, de buena fe, quiero que le vaya bien”, me dijo Calderón ayer. “Tengo que encontrar mi propio sitio como ex presidente y como panista”.
Buen inicio. Porque bien comienzan las cosas movidas por el reconocimiento, por el cariño.