En cierta ocasión, cuando era presidente de la República, Felipe Calderón hizo un comentario sobre esos jueces que, luego de que nuestros esforzados marinos y agentes de la Policía Federal cumplieran con su comprometida tarea, dejaban en libertad a sicarios y secuestradores pretextando nimiedades o sospechosos legalismos. Se quejaba de lo inútiles que eran los denuedos de todos esos valerosos hombres que, arriesgando su vida en acciones de gran peligrosidad, lograban capturar a los canallas que aterrorizan a este país para constatar, al poco tiempo, que volvían a las calles, tan panchos, y seguían perpetrando sus odiosos crímenes en la más escandalosa impunidad. Pues bien, apenas expresada esta observación, algunos miembros de la judicatura denunciaron que el jefe del Estado mexicano agraviaba al Poder Judicial como si eso, lo de señalar una situación real y bien concreta, no fuera una facultad del presidente de la República. Y es que, señoras y señores, vivimos en un mundo de exacerbadas susceptibilidades —aparte de que nuestra cultura política está hecha de disimulos y ocultamientos permanentes— donde ya nadie puede decir prácticamente nada.

Pues bien, ahora son los augustos mandamases del Partido Acción Nacional quienes invocan el federalismo (grandes conceptos, por cierto, ésos de “independencia de los Poderes de la Unión” y de “federalismo”, con los cuales llenarse la boca) para justificar y avalar a Guillermo Padrés, uno de los suyos. Gustavo Madero demanda el “respeto a la soberanía de los estados”. O sea, que tampoco puedes señalar, desde el centro del poder político, a un gobernador abusivo y pendenciero porque vulneras los equilibrios institucionales de la República. Qué caray…

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