El fetiche del IVA y nuestro odio a los impuestos

En comparación con otros países la recaudación de impuestos al ingreso de personas y empresas es muy bajo, menos de la mitad que el promedio.

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Concluida la agitación alrededor del procesamiento legislativo de las iniciativas en materia educativa, pasaremos, a partir del domingo, a la más dura de las discusiones; una, además, en la que el país se mete cada año y ha sido incapaz de resolver; una marcada desde hace años por aquella foto de Humberto Roque Villanueva después de que se aprobara el aumento al IVA en el sexenio de Zedillo.

Es uno de los temas más sobrediagnosticados en México: libros, presentaciones, seminarios, editoriales, foros. Repetiré algunos datos básicos: recaudamos (si no incluimos el petróleo) la mitad de lo que en promedio recaudan los países de la OCDE. 

Recaudamos menos, en proporción al PIB, que El Salvador, Costa Rica, Panamá, Paraguay, Colombia, Argentina, Perú y Ecuador. Recaudamos poco y redistribuimos mal, muy mal. Según datos de la OCDE, nuestro ejercicio de recaudación y gasto tiene el menor impacto de todos los países de la OCDE en la desigualdad, medido por el índice de GINI. 

Nuestra historia de “misceláneas fiscales” es la historia de la construcción de un sistema en que cada cual ha conseguido su pequeño o gran privilegio. Exenciones, deducciones, consolidaciones, diferimientos; el mundo de los regímenes especiales. Cada año Hacienda entrega al Congreso una cosa que se llama Presupuesto de Gastos Fiscales, el eufemismo para nombrar todo lo que no se recaudará por algún privilegio a algún sector. Es el mapa de los fácticos de lo fiscal.

Hemos convertido al IVA en el gran fetiche de una supuesta reforma hacendaria, pero no es tan cierto que ahí resida el problema. Estados Unidos, por poner un ejemplo, recauda menos que nosotros con impuestos a bienes y servicios.

En comparación con países de la OCDE, donde más cortos nos quedamos es en la recaudación de impuestos al ingreso de personas y empresas: menos de la mitad que el promedio; en impuestos a la propiedad, una cuarta parte que el promedio, y en impuestos para la seguridad social y la nómina, una tercera parte de lo que los demás países de la OCDE recaudan.

En esta batalla, como la que acaba de pasar, también habrá una disputa por el lenguaje. Y me temo que en la hacendaria el “IVA” será lo que la “evaluación” fue en la educativa. 

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