El futuro del comisionado Castillo entre michoacanos

La eficiencia de Castillo en esta primera etapa puede resultar contraproducente para la siguiente. Su trabajo le ha implicado un desgaste necesario que podría complicar la necesaria negociación política para los próximos meses.

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Hoy, a más tardar la semana que viene, el comisionado Alfredo Castillo dará por terminada la etapa de desmovilización y desarme de las autodefensas michoacanas. Lo del desarme tiene sus matices, porque todo indica que las armas siguen reguardadas en casas y ranchos y será imposible saber si las registradas son las de mayor calibre y peligro. 

Sin obviar esos matices, sería muy necio no reconocer que a unos meses de haber llegado a Michoacán y hacerse cargo del estado, Castillo hoy gobierna una entidad, o por lo menos una región: Tierra Caliente, menos caótica que en enero. Las autodefensas han sido sometidas, uno de sus líderes fue encarcelado, casi como escarmiento, otro marginado y el resto alineado.

Los Templarios han sufrido bajas sensibles y todo indica que La Tuta y algún otro líder viven a salto de mata. El arresto y consignación de Jesús Reyna y de otros servidores públicos deben ser un mensaje claro al resto de los políticos michoacanos de que transar con los delincuentes no es parte de la normalidad. Los testimonios dicen que en las cabeceras municipales más importantes de la región se vive con un poco de mayor tranquilidad.
Bien.

Parece haberse apagado el incendio, aunque no quiere decir que haya pasado la emergencia. 
La pregunta es: ¿cómo se pasa a la fase de reconstrucción de unas instituciones políticas devastadas; para efectos prácticos, inexistentes?

Hay que reconstruir policías, ministerios públicos, alcaldías y cabildos; todos afectados —unos más y otros menos— por el reinado del crimen organizado en los últimos años. Es un proceso largo y complicado. Hemos visto, por ejemplo, el trabajo y el dinero que le costó a Nuevo León comenzar a construir una policía confiable. O los problemas en los que está el Estado de México con más recursos y menos penetración de la delincuencia en el tejido social.

La eficiencia de Castillo en esta primera etapa puede resultar contraproducente para la siguiente. Su trabajo le ha implicado un desgaste necesario que podría complicar la necesaria negociación política para los próximos meses.

Por otra parte, aflojar en la parte policiaca podría hacer que en unos años Michoacán regresara al caos y la violencia. 

No es sencilla la decisión para el Presidente. Pero por primera vez en años parece haber oportunidad para Michoacán. Lejana, complicada, pero oportunidad. 

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