El juego más apasiona

El Tricolor agita multitudes, desata pasiones y sueños de un porvenir de seda, pero también provoca incertidumbre y empuja a la definición...

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

El Tricolor agita multitudes, desata pasiones y sueños de un porvenir de seda, pero también provoca incertidumbre y empuja a la definición. Muchos abandonan el barco condenado al naufragio, incorporándose al acorazado que avanza imponente en altamar.

Todo el proceso previo al arranque formal del proceso electoral es dominado por la agenda priista, y tan sólo importa conocer el nombre del bendecido como candidato a la gubernatura para que se active el engranaje de voluntades de terciopelo y porras de caramelo, una vez que el ungido sube al templete.

Presencié como reportero el primer proceso del PRI para la selección de candidato a fines de 1992, cuando los senadores –pesos completos como Mohamed Ali en la cúspide – Mario Villanueva Madrid y Joaquín González Castro se batieron en el duelo de esgrima a las puertas de Los Pinos, ante los ojitos de duende implacable de Carlos Salinas de Gortari.

El duelo era muy parejo y presenciado por el gobernador Miguel Borge Martín, todo un caballero y modelo de honestidad y cultura que vio caer su caballo en el tablero de ajedrez: Arturo Contreras Castillo, alcalde interino de Cancún a la salida de Mario Villanueva, quien de la alcaldía norteña brincó al Senado.

El Quino González Castro tenía una trayectoria magistral alimentada en Quintana Roo –fue Secretario de Gobierno con Pedro Joaquín Coldwell y alcalde de Cancún–, pero su talón de Aquiles fue haber nacido en Córdova (Veracruz), pecado que fue empleado como cachiporra por los nativistas agrupados en el extinto Movimiento de Unificación Quintanarroense (MUQ).

A la salida de Mario Villanueva, en su sucesión abrió un juego de cartas en el que participó una decena de aspirantes, entre ellos Carlos Cardín Pérez, Esteban Maqueo Coral, María Cristina Sangri Aguilar, José González Zapata (en paz descanse), Jorge Polanco Zapata, Joaquín Hendricks Díaz, Sara Esther Muza Simón, Héctor Esquiliano Solís y Joaquín González Castro.

En una primera lista lanzada al ruedo por Mario Villanueva, descartó a Carlos Cardín porque había definido su lealtad por Pedro Joaquín Coldwell. Pero al día siguiente lo incluyó en la lista, aunque los joaquinistas abandonaron sus aspiraciones para apoyar a Addy Joaquín Coldwell, quien fue amplia favorita en el proceso interno en el que participaron Hendricks y Sara Esther.

Hendricks impulsó al cozumeleño Félix González Canto para sucederlo, y lo llevó del brazo en el proceso interno de principios de noviembre de 2004, dando una puñalada al chetumaleño Eduardo Ovando Martínez, su compadre del alma.

Juego de madrugadores tahúres que se juegan la vida, el proceso de selección de candidato estelar del PRI tiene sus variantes porque en dos procesos de selección recientes –2004 y 2010– el Tricolor estuvo fuera de Los Pinos.

Los procesos dedocráticos del PRI son una delicia para el observador en las gradas porque el discurso es de la Grecia antigua, con promesas de juego democrático intachable y respeto a la voluntad de las bases, bajo la mirada estelar de Luis Donaldo Colosio.

Pero todos los priistas saben que un gobernador puede ser el aguafiestas del rancho, manipulando el proceso interno para que triunfe holgadamente el predestinado. Así demolió Mario a su comadre Addy Joaquín porque olfateó el peligro en la jungla, impulsando repentinamente a Joaquín Hendricks, a quien había despedido de la dirigencia estatal del PRI a punta de látigo y macana.

Y fue tan intempestiva la salida de Hendricks que olvidó en su escritorio un puñado de películas XXX, versión que me reveló mi compadre el cerrajero. Porque hasta las llaves se llevó quien sería gallo emergente del único gobernador que le hizo una travesura subida de tono a un Presidente. Nada menos que el glacial Ernesto Zedillo Ponce de León.

La oposición no da señales de vida

Salvo la labor de hormiga del moreno José Luis Pech Várguez, fuera del PRI nada existe. Porque la enjaulada oposición (PAN y PRD) reactiva en cada proceso su estrategia de siempre: amagar con la formación de una mega coalición para hacer frente al brabucón del barrio, o aguardar el desprendimiento de Carlos Joaquín González para recibirlo con honores y entregarle el bastón de mando.

La mención del ex alcalde ex perredista de Cancún, Julián Ricalde Magaña, es más bien una especulación en el desierto de figuras ajenas al PRI. Y el isleño no tiene ni la cuarta parte de la musculatura de Juan Ignacio García Zalvidea y Gregorio Sánchez Martínez, por lo que no sería un adversario tan temible, aunque no será precisamente inofensivo.

El escenario es muy negro para la oposición tradicional, ya que cuenta con cartuchos quemados que relajan en exceso al priismo, como la posible postulación de Luz María Beristain Navarrete, Lady Senadora.

Conversación con un testigo de la historia

Un delicioso honor conversar con el enorme Francisco Bautista Pérez, un hombre que ha surcado las aguas de la historia, hablando de primera mano con el ex presidente Luis Echeverría y con el ex gobernador del Territorio, Don Javier Rojo Gómez.

Don Francisco es un hombre rigurosamente disciplinado que acumula y procesa materiales y documentos valiosos y tan sorprendentes, culminando con el parto de libros que revelan pasajes de nuestra historia sin aderezos.

Para Quintana Roo es un privilegio contar con un hijo de estas dimensiones, para quien su oficio es una pasión definitiva, con herramientas de reportero que no se cansa de asomarse al oscuro pozo de las interrogantes y las leyendas urbanas que desnuda con su prosa tan precisa como fulminante.

Francisco Bautista fue corresponsal de Excélsior y su director fue nada menos que el majestuoso Julio Scherer García, con quien tuvo encuentros muy interesantes. 

Lo más leído

skeleton





skeleton