El negocio de la fe

Dicen que la fe mueve montañas, pero no dicen de qué clase, en el caso de Cancún...

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Dicen que la fe mueve montañas, pero no dicen de qué clase, en el caso de Cancún, pueden ser de dinero, sobre todo en las zonas más alejadas del centro de la ciudad, en las áreas conocidas como irregulares o de invasión.

El director de Asuntos Religiosos del municipio, Gaspar de Atocha Barrientos Tapia, me mencionó en el primer encuentro que sostuve con él a principios de este año, cuando le pregunte sobre el número de iglesias que existen en Cancún: “No sé, sé que son más de lo que la administración pasada dice, todavía las estamos contando, pero en esta Dirección ni se maneja dinero, no es algo urgente”.

La frase que más ruido me hizo fue “ni se maneja dinero”, y en un principio tiene razón, en la Dirección que tiene a su cargo no se maneja dinero, pero en las iglesias que crecen sin cesar en diferentes zonas de la ciudad, sí. Es increíble como la fe puede mover tantos intereses, y es aún más difícil de creer que en un mismo lugar exista un contraste tan marcado entre los creyentes y los abusadores.

Recuerdo como en una de las muchas iglesias que existen en zonas irregulares, un “pastor” lee con tanta soltura e interpreta de forma inmediata la Biblia, mientras un poco más de 30 creyentes, sentados en bancas improvisadas en un terreno de invasión, le dan monedas y billetes con singular alegría al término de su discurso.

Por un lado están los fieles que con verdadera devoción quieren escuchar la palabra de Dios, y por el otro, los que se aprovechan de esto para su propio beneficio, aunque al terminar la reunión, la Biblia vaya a un cajón y las limosnas a su cartera. Por lo menos este “pastor” guarda un poco las apariencias y no es tan descarado como Jorge Manuel Guevara, a quien le fue retirado por la Arquidiócesis de Morelia su cargo como vicario de la Parroquia de Guadalupe en aquella entidad, ya que a través de Facebook publicó fotografías donde demostró su gusto por mujeres exuberantes y autos de lujo, algunos de su propiedad, a pesar de sus modestas ganancias como pastor de almas.

Aquí en Cancún no se han destapado casos de ese tipo, pero basta con recorrer algunas de las regiones más alejadas para observar cómo iglesias, templos y no sería sorprendente encontrar hasta una mezquita, vienen acompañadas de negocios de comida y venta de artículos religiosos, sacando un extra aparte de las limosnas. Y es que el problema no se trata de que no se permita ejercer una religión, sino de que algunos, ante los huecos legales que existen para regular la aparición y el trabajo de estos sitios, se aprovechen de la fe para obtener un ingreso rápido, fácil y que en la mayoría de los casos, no se ve reflejado siquiera en el pago de impuestos.

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