El olvido
Y en algún lado, donde menos lo esperas, hay alguien que te recuerda. Tus palabras, tus imágenes, tu sonrisa, tu mirada.
No existirás ya más para mí ni para nadie —dijo Luisa a Pedro—: Te olvidaré tan intensamente que dejarás de existir.
Y lo olvidó tan intensamente que Pedro ya no existió más. Pero como Luisa ya era solamente un recuerdo de Pedro, a su vez desapareció del mundo.
Con ese cuento, el escritor José de la Colina nos enseñó “La fácil y deliciosa pero no recomendable magia del olvido”. No, no es recomendable el olvido.
Sumidos en la vorágine cotidiana, en este bello mundo de estrés y de incomunicación en que estamos degradando nuestro planeta, es fácil caer en la tentación egoísta de encerrarnos en nuestra ostra.
Y en algún lado, donde menos lo esperas, hay alguien que te recuerda. Tus palabras, tus imágenes, tu sonrisa, tu mirada están ahí, acompañando la solitaria esperanza.
En silencio, alguien te espera sin que lo sepas. Y escribí sepas del verbo conocer, porque sólo se ama lo que se conoce y, en consecuencia, algunas personas no amamos a quienes nos rodean.
Con las nuevas tecnologías no hay pretexto. Una llamada, un mensaje llega cuando quiere llegar. Si el camino está lleno de retenes policiacos, es porque así lo hemos pedido. Además: preferiría estar en la cárcel por alcoholismo que por homicidio imprudencial, así sea de una zarigüeya, de un gato o de un perro.
Ya lo dijo Jorge Luis Borges: “Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón.” Así que tengamos mayor cuidado en nuestros olvidos: podemos lastimar a quienes más nos quieren.
No olvido agradecer tus visitas al nido.
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