El PAN en su día

Gustavo Madero, confiado en su triunfo, anticipa que Ernesto Cordero no reconocerá el resultado, quien a horas de la elección, reitera su acusación de parcialidad del árbitro y terreno disparejo.

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De cumplirse la previsión del árbitro Francisco Gárate, a las 19:00 horas de hoy se conocerá el resultado de la elección de dirigente nacional del PAN. El optimismo lo desborda: cuentas precisas y oportunas de los votos, participación sobre 75 por ciento de los 218 mil panistas registrados y reconocimiento del perdedor al ganador. Un día perfecto que regresaría al PAN a la vanguardia de la democracia partidaria.

Gustavo Madero, confiado en su triunfo, anticipa que Ernesto Cordero no reconocerá el resultado, quien a horas de la elección, peor que Andrés Manuel López Obrador (quien con mayor inteligencia cuidaba no desalentar a sus simpatizantes en la víspera), reitera su acusación de parcialidad del árbitro y terreno disparejo. Desde Boston los esposos Calderón-Zavala emitirán su voto por Cordero, como lo ha anticipado Margarita en un gesto de apoyo a quien fuera secretario de Desarrollo Social y de Hacienda en el gobierno de Felipe.

El reconocimiento por el no favorecido es el tema. Si pierde Madero no hay duda que sí habría, como sucedió cuando perdió el PRI con Francisco Labastida o como hubiera ocurrido si en 2006 hubiera ganado López Obrador. En la subcultura democrática mexicana, al perdedor opositor se le concede el derecho de patear el juego y escupir al ganador. Cordero y los suyos asumirán un costo elevado en caso de una elección concurrida y una diferencia clara. En la noche lo que debe importar a los contendientes no será el resultado, sino qué partido pretenden. Gradualmente, en el nivel nacional y en la mayoría de los estados, el PAN se ha ido consolidando como la opción al PRI. Un PAN dividido y en la autodenostación no da para mucho.

Los problemas del PAN son de fondo. Tienen que ver con su involución en el ejercicio del poder público. Nadie aborda por qué en el nivel nacional el PAN pasó de partido gobernante al tercer sitio. No hay razón ni base para culpar a Josefina Vázquez Mota, aunque sí el error estratégico, enmendado en el último tramo de campaña, al creer la abrumadora ventaja del candidato Peña Nieto por encuestas falsas, deficientes o amañadas. También en Jalisco y Morelos donde gobernaban pasó al tercer sitio y en el DF el PAN casi llegó a condición de partido testimonial. En 2013 ganó Baja California, pero ocurrió por mínima diferencia y lo hizo con asistencia del PRD y un PRI anulado por el Pacto por México.

Desde fuera no se entiende por qué en el PAN, en el que abunda talento y oficio crítico, no se han ocupado de un examen interno y sí de campañas de denuesto que hacen creer que los panistas son la versión hipócrita de la venalidad tan común en la política. Se dice que el PAN involucionó porque copió al PRI, caricatura parcial e inexacta. Hay preguntas de obligada respuesta: ¿Por qué durante los gobiernos panistas crecieron y se hicieron de poder los monopolios? ¿Por qué el juego de apuesta se desbordó al margen de la ley y al amparo de la discrecionalidad? ¿Por qué crecieron los privilegios fiscales a los más ricos? ¿Por qué se incrementó desmesuradamente el gasto en la alta burocracia? La respuesta que se dio a la ilegalidad y la violencia es inaceptable, igual que el fracaso monumental en la procuración de la justicia o la corrupción en Pemex o en la conmemoración bicentenaria.

El PAN en el gobierno se alejó de los valores y principios que le hicieron ganar la confianza ciudadana. En la resaca de la derrota culpa a los gobernadores del PRI de la desgracia propia y ha llevado por la vía del chantaje a destruir al IFE y a reivindicar el oprobio del centralismo sin precedente en la historia del país. Los del centro son tan buenos o malos como los de los estados, la diferencia, y eso lo sabía bien el PAN anterior, es que los ciudadanos están más próximos a los poderes públicos municipales y locales. La burocracia central no solo es insensible y costosa, con frecuencia, y así viene desde la Colonia, es la expresión más acabada del despotismo. Toda una paradoja: el PAN de origen reivindicó a los municipios; el de ahora es el abanderado más acabado y cumplido del centralismo.

Es extraño el experimento democrático en curso. Lo es porque la democracia interna no se refiere a la elección de dirigentes, sino de candidatos. Lo que acontece se explica por la disputa que ha polarizado al PAN entre quienes gobernaban y quienes sobrevivían en la marginalidad. Aunque pesa, lo relevante no es el pasado, sino el futuro. Madero ha sido eficaz en lidiar con el gobierno y el PRI; Cordero se regocija en golpear y muy poco en construir. Hoy es el día del PAN. A los contendientes y sus equipos les corresponde el derecho de decidir cómo honrarlo.

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