El PAN se sincera
Ante munícipes panistas, a su dirigente nacional, Gustavo Madero, y al gobernador de Jalisco, Emilio González, les dio por referirse a las causas de las dificultades de su partido. El desastre no es parejo, no en todos los estados, no en todos los municipios el PAN vivió los extremos del revés que sí ocurrió a escala nacional. La situación es crítica porque la izquierda ganó la condición de principal oposición, y en muchos lugares donde gobierna, como el mismo Jalisco, el PAN fue severamente repudiado en las urnas.
Gustavo Madero, a su modo, defendió los doce años de gobierno nacional en manos del PAN. También dijo que a su partido le fue mal porque copió al PRI, no obstante que, según él, gobernó mejor que el tricolor en el nivel local. Queda por descubrir por qué le fue tan mal al PAN si ha hecho las cosas tan bien en el gobierno y, en particular, por qué el PRI ganó la presidencia y la mayoría de los gobiernos locales si es cierto que lo hace tan mal en el poder. Lo que sí es un hecho es que Felipe Calderón y su círculo cercano sometieron al PAN desde que llegaron a la presidencia, excluyeron y expulsaron a quienes sentían ajenos.
El PAN en el poder se ha corrompido de manera acelerada. La muestra es su padrón de adherentes. Se manipularon registros y tiró a la basura una de las principales fortalezas de Acción Nacional: su democracia interna. Hace bien Gustavo Madero en dar atención a este aspecto. Para efectos de decisiones y trabajo interno, más valen 10 panistas auténticos que 100 cachirules.
Para recuperarse, el PAN debe reencontrarse con la mística cívica que le viene de origen; marcar distancia a quienes se han enriquecido en el cargo. Hay muchos cuadros de excelencia, jóvenes y no tan jóvenes. Por ahora hay que esperar que deje el poder Felipe Calderón, y lo más deseable para él y para sus correligionarios es que mantenga una relación de respeto, sin interferencia. Su tiempo ya transcurrió y ahora corresponde a otros construir una nueva etapa, sin mentiras ni alardes de logros inexistentes. La realidad es que la derrota que se escrituró en las urnas fue antecedida por el extravío ético. Se ganó el poder, pero se perdió al partido.
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