El peor puerco siempre se lleva la mejor mazorca

Durante años escuchamos sobre la carencia de médicos en el área de urgencias del hospital capitalino del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado (Issste)...

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Durante años escuchamos sobre la carencia de médicos en el área de urgencias del hospital capitalino del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado (Issste). En diferentes ocasiones, con distintos delegados en los últimos 12 años, me tocó responder al llamado de derechohabientes desesperados, enojados, confundidos y hastiados de esperar atención médica mientras algún familiar arde en fiebre o se convulsiona por alguna lesión interna. Es muy sencillo: si el guardia asignado a esa área no ve sangre en abundancia, simplemente le indicará que se siente a esperar a que algún médico llegue para brindarle atención.

Y no miento. Centenares de derechohabientes han tenido que aguardar un turno entero, es decir, casi ocho horas para ver a un galeno que, salvo honrosas excepciones, recibirá al paciente con un dejo de altruismo, como si el trabajador no pagara por sus servicios.

Gracias a mi mujer, mi prole tiene derecho al Issste y en al menos dos ocasiones tuve que echar mano de mi buena amistad con el delegado de entonces, Carlos Gutiérrez García –quien no hizo mucho por la institución, pero que era de “casa”– para que atendieran a alguno de mis bebés que ardía en fiebre. Fue esa una época de carencias económicas y no había recursos para pagar un médico particular, mucho menos por la noche. Pero en el común de los casos, la madre o el padre de familia debe aguardar horas enteras para ver a un médico.

Algunos facultativos me comentaron que es necesaria la contratación de más personal para atender la carga cotidiana, no sólo en el área de urgencias, sino incluso en consulta familiar, área de hospital, especialistas –desempeñan hasta tres actividades paralelas, además del Sector Salud–, porque atender a 25 pacientes diarios es muy desgastante.

También me enteré que en el área de hospitalización hay pacientes que pasan turnos enteros sin supervisión médica, no se les pasavisita. Me hablaron también de un médico de origen colombiano que maltrata a los pacientes y a sus familiares y que en urgencias hay tres médicos para cada turno de día, pero que en la noche solamente hay uno. Durante el turno matutino, los médicos se las arreglan para salir antes de cumplir su jornada, de tal suerte que cotidianamente hay una hora en la que no hay médico para la atención de urgencias.

Estas son parte de las deficiencias que la institución arrastra desde los tiempos de Diego Rojas Zapata como delegado del Issste, pero nunca fueron tan notorias como en los seis años que la chilanga Susana Amelia Ahedo Robles, desde el sexenio pasado enquistada en la administración pública estatal, y los 11 meses que lleva en el cargo Héctor Alejandro Tovar Santos, que apenas se dio el relevo en la ad-ministración federal asomó la cabeza dando a conocer remodelaciones al espacio de atención a jubilados y pensionados. ¿Y de la clínica-hospital que ha sido un histórico desastre en su operación?

Desde el momento mismo de su presentación en conferencia de prensa quedó por sentado que su perfil no es el adecuado para afrontar el enorme rezago estructural, de equipa-miento, de operatividad y de eficiencia médica que acumula el Issste en la capital del estado.

Héctor Alejandro Tovar Santos nunca precisó a la sociedad quintanarroense –con la que no tiene ningún nexo de identidad y, por ende, ningún compromiso- la razón por la que media docena de personas fueron contratadas con certificados de estudios falsos, cuando hay en la capital cientos de profesionistas capaces en busca de una oportunidad.

Entiendo que recobrar la eficiencia, el sentido humano, la calidad de atención y el compromiso de la institución no es tarea fácil. Los recursos económicos escasean, pero ¿por qué no dar oportunidad a los profesionistas nativos? ¿Realmente requerimos de fuereños que pretenden que nos hacen un favor con venir a ocupar una silla? ¡Al diablo!

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