El poniente del Puuc, una joya

Se deben conservar esencia y valores de cada comunidad, en donde los residentes y los visitantes disfruten de un intercambio de experiencias.

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Estamos tan inmersos en nuestra actividad cotidiana que a veces no levantamos la vista para conocer a nuestras comunidades. Me comentaba un amigo: nos absorbe tanto el trabajo y no nos damos tiempo para conocer nuestro estado, nuestros sitios arqueológicos, las bellezas naturales; en cada pueblo hay una historia, en las localidades sobrevive la arquitectura y la traza urbana, pero creo que falta infraestructura porque tampoco se trata de salir a sufrir o a pasarla mal. 

Hace falta que los funcionarios cambien de mentalidad, renovar esa añeja manera de manejar el turismo, se deben plantear nuevos programas, hay que apoyar a las comunidades, hay que capacitar a los pobladores, a las organizaciones locales que ofrezcan servicios  relacionados con este ramo.

Se tienen que renovar los conceptos, con una vocación responsable que contemple una actividad que como regla general sea mantener el respeto al medio natural, cultural y sobre todo social. Se deben conservar esencia y valores de cada comunidad, en donde los residentes y los visitantes disfruten de un intercambio de experiencias. Los beneficios se repartirán de manera equitativa y se logrará una experiencia participativa de la interacción. 

A mirada de pájaro, vemos que en el extremo poniente del Puuc se encuentra el pueblo de Maxcanú, la ex hacienda Xcanachén, en donde aún se conservan algunas casas de tablas similares a las del puerto de San Felipe que recuerdan las casa inglesas, una desfibradora y muchas historias  relacionadas con la época henequera. 

Luego en el poblado de Calcetok podemos ver arquitectura histórica, visitar las grutas guiados por miembros de la familia Cuy que por generaciones se han dedicado a prestar sus servicios como guía en la cueva. 

Una visita a la zona arqueológica de Oxkintok, en donde se expresan manifestaciones arquitectónicas que marcan la reanudación del estilo Puuc que interactúa con la expresión arquitectónica del Petén guatemalteco. 

Un recorrido por unos cenotes y comer deliciosamente nuestros platillos regionales después de una visita fascinante. Opichén es otra comunidad que mantiene una arquitectura histórica, por cierto olvidada; en esta misma ruta se encuentra el poblado de Muna, el tuch del mundo, en donde se puede visitar una iglesia del siglo XVII y adquirir una excelente artesanía. 

Parece que el actual secretario de Turismo va tomando un nuevo camino, se está desmarcando de prácticas añejas en donde sólo se busca escalar políticamente. Esperamos que transite por una autopista para lograr su cometido social.

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