El práctico

La misión de los “prácticos” -experimentados capitanes- es garantizar la seguridad del puerto y, por consiguiente, de la vida humana.

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La profesión de práctico es poco conocida para las personas ajenas a las actividades marítimas, aunque  el practicaje es un servicio universal, obligatorio para buques de gran calado o de cualquier tamaño si transportan mercancías peligrosas. 

La misión de los “prácticos” -experimentados capitanes- es garantizar la seguridad del puerto, de las instalaciones portuarias, del buque, del medio ambiente y, por consiguiente, de la vida humana. Su labor es, por decirlo así, una metáfora de la vida.

Y es que cuando un barco arriba a puerto los riesgos de navegación aumentan a la vez que se limitan sus capacidades de maniobra, sobre todo si el comandante desconoce el intrincado laberinto que puede representar llegar al fondeadero o al muelle, y es aquí cuando entra en acción el Práctico.

Cuando el barco está más o menos a una milla de la bocana del puerto, se acerca una potente lancha a bordo de la cual va el práctico. El bote se sitúa al costado del navío y sube el experto a través de una “escala de gato” (de cuerdas). Aquí hay que decir que la buena forma física es imprescindible porque una caída puede tener un desenlace fatal. 

Una vez en la cubierta, el práctico sube al puente para dar instrucciones y comenzar su maniobra con la caña (timón) y las máquinas, y en una hora, aproximadamente, deja el barco atracado. Lo inverso ocurre al zarpar.

Sólo en una ocasión vimos subir al práctico a nuestro guardacostas de la Armada; el comandante del "Ponciano Arriaga" le cedió el mando para que entrara a Mazatlán, que no ofrecía gran dificultad. En este puerto me fascinaba ver la actuación de los prácticos a bordo de los transbordadores que van y vienen de La Paz, BCS.  

Considero al práctico como el Cirineo de los marinos, pienso que todos deberíamos echar mano de uno de ellos en algún momento de nuestra travesía por la vida para ayudarnos a sortear los escollos que se nos presenten, o para darnos el empujón cuando emprendemos un nueva aventura por el mar de la vida… hasta volvernos un práctico.

Anexo “1”

Conocimos comandantes que maniobraban sus buques cual si fueran automóviles. En Acapulco, a principios de los 70, había uno que literalmente estacionaba el Transporte de Guerra, “Tehuantepec” en el muelle de la Base Naval de Icacos.

Otro, más atrevido, movía dos barcos (la maniobra se llama “amadrinados”) en la bahía de Salina Cruz, Oaxaca, dirigiendo la maniobra desde la popa de uno de ellos.

En cambio, estuvimos bajo el mando de otro que en varias ocasiones no pudo atracar un guardacostas en el muelle de Acapulco y optó por fondearlo en la bahía.

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