El PRD, sin gasolina para los acuerdos

Los errores de los dirigentes del PRD tienen origen en dos temores mal administrados.

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Con la misma velocidad que el PRD ganó liderazgo en la construcción de los acuerdos, su desplome pone en riesgo lo alcanzado. Por la dinámica en su interior, ha resuelto excluirse de las reformas y ha entregado al PAN el acuerdo para avanzar en los cambios que el país requiere. Incluso en la reforma educativa, de significado consenso popular, la dirigencia del PRD no pudo resistir la presión de los radicales. 

La consecuencia es un rosario de desgracias: el gobernador de Oaxaca cae en desprestigio por la complacencia hacia la CNTE, el jefe de Gobierno queda en entredicho por una percepción de indolencia hacia las marchas y bloqueos, el Congreso se ve apabullado por el cambio de sede y por aceptar la exigencia del dirigente del PRD de no votar la Ley General del Servicio Profesional Docente y el gobierno federal ve reducido su margen de maniobra y de acuerdo con la izquierda.

La contraparte del PRD, el PAN, está de plácemes. A diferencia de Zambrano, Madero se fugó hacia delante. La propuesta de reforma energética fue una respuesta inteligente, audaz y oportuna. Dejó a sus malquerientes fuera de sitio, le dio al PAN liderazgo en la negociación y al PRD lo dejó rumiando un rechazo que nadie entiende fuera del dogma izquierdista. Se tuvo que recurrir a Cuauhtémoc Cárdenas para articular una oposición, mucho más simbólica que programática. Sin proponérselo el PRD regresó al caudillismo.

Los errores de los dirigentes del PRD tienen origen en dos temores mal administrados. Por una parte, el miedo a López Obrador y su señalamiento de colaboracionismo los vuelve muy frágiles para sostener compromisos. 

Por la otra, su preocupación por los votos los hace utilería del calderonismo al resucitar la propuesta del ex presidente de la alianza PAN y PRD. La coalición fue funcional para derrotar al PRI en Oaxaca, pero no ha sido lo mejor en otros lugares, tampoco en el debate de los ideales partidarios.

El pragmatismo puede pervertir el proyecto político y la identidad de los partidos. Sin embargo, el PRD en su circunstancia requiere de capacidad de negociación y acuerdo con todas las fuerzas políticas y con el presidente Peña Nieto, como sucedió en la promoción y suscripción del Pacto por México. 

Sin embargo, los acuerdos comprometen y requieren consistencia. Además, sus correligionarios en los gobiernos locales necesitan un partido responsable y con visión de Estado. Muchos en la izquierda pueden regocijarse de las dificultades del gobierno en materia económica o inseguridad, sin advertir el impacto severo que tiene es los estados y el DF.

En las circunstancias del país y después de la debacle del PAN en el gobierno nacional, la izquierda debiera ser la opción natural del gobierno. Esto lo entiende muy bien López Obrador, pero procesa todo el esfuerzo no en la guerra de posiciones, sino en la apuesta del todo o nada que significa la elección presidencial. 

Por lo pronto, al régimen panista le ha ido demasiado bien. El PRI no lo critica porque se le levantan de la mesa sus interlocutores. El PRD mantiene la expectativa de una alianza electoral y en el cálculo de que el PRI es el adversario a vencer, el PAN continúa avanzando por la derecha, como lo muestra su propuesta de reforma en energía o su postura clara y convincente respecto a las movilizaciones de la CNTE en la ciudad de México. 

En la desmemoria pública y ante la ausencia de escrutinio por sus adversarios, el calderonismo alza la voz para decir que ellos gobernaron mejor y que están decididos a regresar al poder.

Al PRD y por momentos al PAN, no así al PRI, se les ha dificultado entender la disputa tripartidista. Se puede entender que la oposición vea en el PRI el principal adversario, sin embargo, para ganar al primero, antes hay que superar al segundo y esto vale no sólo para la disputa de los votos, sino en el debate nacional. PAN y PRD se cuidan demasiado entre sí, lo que no se advierte es que en todo ello quien más gana es el PAN.

A pesar del retroceso, la dirigencia del PRD ha ganado en el interior. La opción de Marcelo Ebrard cada día es más lejana y la de Carlos Navarrete, afín a los dirigentes actuales, cada vez es más sólida.

En ello tiene que ver la cohesión que existe entre partido y representación parlamentaria, situación contraria en el PAN. Marzo de 2014 será la ocasión para definir el futuro del partido. Para Ebrard, como lo hiciera Roberto Madrazo hace años en el PRI, la dirigencia es plataforma para su candidatura presidencial y el partido estaría sometido a sus intereses; Navarrete es la opción para fortalecer al partido en un futuro incierto que requerirá inteligencia, visión de largo plazo y compromiso con el proyecto partidario.

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