El presidente “encargado”

Chávez sabía que ni en las fuerzas armadas existe la figura de “encargado”.

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Por si quedaban dudas de su condición de dictador, Hugo Chávez dictó en su lecho de muerte su orden postrera antes de clamar que no lo dejaran morir: Nicolás Maduro, el vicepresidente, sería su sucesor, primero como “presidente encargado” para desde ahí postularse candidato al mismo puesto.

Y también por si quedaba duda de que en la República Bolivariana los súbditos se cuadran a las órdenes del caudillo sin importarles las leyes y mucho menos el pueblo, el presidente del Parlamento, Diosdado Cabello, se prestó al juego del coronel golpista, cuando aquél debería asumir la Presidencia y convocar a elecciones, según la Constitución venezolana.

El texto constitucional promulgado por Chávez en 1999 establece en su artículo 233 que si se produce la falta absoluta del presidente en ejercicio en los últimos dos años de gobierno, la primera magistratura recaerá en el vicepresidente hasta completar el periodo.

Pero el mismo artículo señala que ante la ausencia del presidente electo antes de tomar posesión (como ocurrió), se procederá a una nueva elección dentro de un plazo de 30 días, y mientras tanto el presidente del Parlamento tomará las riendas del gobierno. ¿Así o más claro?

Chávez sabía que ni en las fuerzas armadas existe la figura de “encargado”, pues la cadena de mando establece tres: titular, interino y accidental, además del incidental. Quizás a este último aludía cuando –según dice su “hijo” y heredero político Nicolás Maduro– le ordenó asumir la Presidencia por encargo.

Triste final el de Chávez Frías, pero más triste la situación del pueblo que soporta las dotes histriónicas de quien en el límite del paroxismo adopta como padre a su antecesor y le rinde honores hasta las lágrimas, que no dudamos sean reales cuando Nicolás le atribuye a su “padre” Hugo que le haya “encargado” a Dios que su representante en la Tierra fuera latinoamericano.

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