El Presidente que viaja
Desde la campaña quedó claro que sería ésta una Presidencia volcada, en términos de política pública, hacia dentro.
En los primeros 18 meses de su mandato y antes del periplo europeo de estos días, Enrique Peña Nieto había viajado por un total de 67 días, ha visitado 20 países en algo así como 18 viajes. De Costa Rica a Indonesia, de Cuba a Turquía o Venezuela o Perú, Haití...
Pero tal vez el dato más significativo de esta vocación de viajar del Presidente es que en este lapso ha pasado menos de 24 horas en Estados Unidos, nuestro vecino, primer socio comercial, primer destino de la inversión mexicana, mayor inversor extranjero en México, el primer destino de las drogas que pasan por el país, el principal origen de las armas que matan a los mexicanos y donde viven poco más de diez millones de mexicanos de los que nacieron en México.
Veinticuatro horas en Idaho, por cierto, para ver algunos empresarios. Ni Washington, ni Nueva York, ni Chicago, ni Los Ángeles, ni Miami. Idaho. Eso sí, hemos fortalecido nuestra relación con Turquía y se tienen fotos con Fidel Castro y el Papa, al que se volvió a invitar a México.
Viajar no es lo mismo que hacer política exterior.
Por lo pronto este es un Presidente que viaja.
Como en ninguna otra área de su gobierno, en términos de política exterior, el Presidente Peña es un gran priista de los de antes. Desde su buen actuar en el protocolo, los rituales que le exigen las visitas a reyes, primeros ministros, presidentes y el Papa hasta la habilidad para no decir nada, no hacer olas, no referirse a los problemas reales de nuestras relaciones con el mundo.
Abraza por igual al presidente Obama que al dictador Castro, al rey de España que al presidente Chino, silencio ante Venezuela y puras sonrisas con todos. Frente a nuestro problema migratorio en el sur del país, sonrisas —no visas— para los centroamericanos; ante nuestro problema migratorio en el norte, silencio y complacencia.
No hay engaño. Desde la campaña quedó claro que sería ésta una Presidencia volcada, en términos de política pública, hacia dentro.
Extraña la vocación por el viaje. Por el viaje un poco inútil. Lleno de ritual y falto de sustancia. Como la monarquía en crisis a la que vino a saludar a España.
Y que nadie se confunda: viajar, insisto, no es lo mismo que hacer política exterior.
Twitter: @puigcarlos