El presidente y los gobernadores
Quienes resultarían beneficiarios mayores de la alternancia en la Presidencia, fueron quienes tuvieron más reservas del arribo de un Presidente no priista.
De siempre la relación del Presidente con los gobernadores ha sido problemática. El ancestral miedo a la rebelión o balcanización llevó al sometimiento a los gobiernos subnacionales. Por décadas, el autoritarismo hacía del fraude electoral un recurso “patriótico” para evitar autoridades locales independientes del centro.
El primero en someter políticamente a gobernadores fue el presidente Cárdenas, quien removió a más de la mitad, los afines al caudillo Calles. De allí en delante siguió la práctica hasta que llegó el poder disputado por la vía electoral.
Quienes resultarían beneficiarios mayores de la alternancia en la Presidencia, fueron quienes tuvieron más reservas del arribo de un Presidente no priista. La reunión del Presidente Zedillo con la cúpula del PRI en Los Pinos, el día posterior a la elección presidencial de julio del 2000, el gobernador de Chihuahua, Patricio Martínez, expresó su alarma por lo que podría venir de Fox ya en la Presidencia; antes, el gobernador Víctor Cervera había alertado sobre lo que sucedería.
Los mayores riesgos de rebelión, profecía fallida de la derrota del PRI, vinieron de los gobernadores, no de los gremios o de la burocracia priísta. Muy pronto los mandatarios estatales vieron la ventaja de no contar con un Presidente del PRI, aunque la ausencia de figura paterna pretendieron resolverla encumbrando a Roberto Madrazo, dirigente nacional del tricolor.
Los gobernadores no priistas también se han visto beneficiados por la alternancia y el poder competido. La inamovilidad de los gobernadores no ocurrió con Vicente Fox, sino con Ernesto Zedillo, quien abandonó el expediente autoritario de la remoción. De hecho, los gobernadores más atendidos y visitados fueron los más próximos a su antecesor, claramente, Rogelio Montemayor de Coahuila, Otto Granados de Aguascalientes, Patricio Chirinos de Veracruz o más distantes al propio Zedillo como Roberto Madrazo de Tabasco.
Aunque Fox tuvo una relación cordial con los gobernadores, Santiago Creel privilegió el centralismo, por ello el Presidente se opuso a la CONAGO. Debieron pasar varios años hasta que en la reunión de Cuatrociénegas, Coahuila, y a instancias del gobernador Enrique Martínez, se materializara la inclusión formal de los gobernadores del PAN en presencia de Vicente Fox.
Antes, hay un capítulo de singular valor histórico en una reunión del Presidente con los gobernadores del PRI en Soto la Marina, en los momentos en los que la dirigencia del PRI negociaba impunidad por el Pemexgate; los gobernadores le expresaron su apoyo total al Presidente Fox, le compartieron su interés por una reforma hacendaria de fondo y le recomendaron no someterse a la burocracia del PRI; lamentablemente prevaleció la postura de Creel y el Presidente obtuvo cacahuates a cambio de lingotes de oro, como lo expresara el contralor Francisco Barrio
Calderón de siempre tuvo la mayor reserva hacia los gobernadores del PRI. Designó al ex gobernador Ramírez Acuña en Gobernación; el fracaso continuó por la visceralidad presidencial en su relación con los mandatarios, incluyendo al de su propia tierra, el perredista Leonel Godoy, donde declaró la guerra al narco y después encarceló a funcionarios electos. Calderón creyó que la debilidad electoral de sus adversarios era la manera como gobernaban, sin darse cuenta que lo mismo se aplicaba a los del PAN, como quedaría evidente en Morelos y Jalisco.
En diciembre de 2012 inicia una forma distinta de hacer política y una realidad dramáticamente diferente. Hoy el Presidente tiene muchos problemas como para abrir frentes en los Estados. Sabe que lo que hay por hacer depende de la coordinación y colaboración de gobiernos estatales y municipales. Por su parte, los gobernadores de ahora, en su gran mayoría, heredaron deudas monumentales y encaran problemas como el de la inseguridad, lo que los obliga a una mayor disciplina y a ganar el favor del centro. Esto significa que hay una necesidad mutua de reencuentro. Los colaboradores del Presidente deberán actuar en consecuencia.
La nueva realidad también plantea una relación distinta del gobierno con la oposición. Al PRI de antaño se le hace difícil entender esta situación; sin embargo, la ausencia de una mayoría afín en el Congreso y la necesidad de las reformas conlleva mayor imparcialidad y cuidado con el PAN y PRD, actitud que para algunos gobernadores y priistas puede parecerles concesiones obsequiosas a la oposición.
Por lo demás, queda claro que el Pacto por México puede volverse en contra del mismo Presidente si las oposiciones lo utilizan como chantaje, como lo han intentado los senadores calderonistas. En todo caso, el PAN prácticamente no tiene gobernadores y es posible que pierda Baja California. Es evidente que tiene mucho más que ofrecer el PRD y el conjunto de la izquierda. Por lo pronto, el PRI deberá encarar en varios estados un frente opositor PAN y PRD, un tema de tensión en la relación del Presidente con los gobernadores y el mismo PRI.
Twitter: @berrueto