El regreso de Cuauhtémoc
El ajedrez político lleva al PRD a mantener a toda costa su interlocución con el poder.
Cuauhtémoc Cárdenas no requiere investidura formal para hacer valer su autoridad política dentro y fuera de la izquierda. Un acierto, que haya cobrado distancia de la tentación de regresar a la dirigencia. Su prestigio y ascendiente se hubieran puesto en entredicho por la guerra fratricida que de siempre ha habido en la izquierda. Su estatura política es mayor como para una disputa con Ebrard o Los Chuchos.
Solo AMLO tiene tamaño, ambos hombres íntegros; sin embargo, el fundamentalismo y soberbia de éste los hace diferentes. Cuauhtémoc se hace acompañar de seguidores; AMLO, de creyentes.
Por esta razón el peor momento político de Cárdenas ha sido el mejor de López Obrador, particularmente en tiempos del frustrado desafuero, cuando las multitudes simpatizantes del tabasqueño pública y groseramente repudiaban al creador del partido más importante de la izquierda y quien tuvo que enfrentar al poder en condiciones de adversidad extrema, seguida de una secuela de persecución y venganza, propia de un príncipe intolerante y autoritario.
López Obrador, equipado como pocos para la lucha política, ha tenido condiciones más favorables y generosas para emprender su proyecto. No es lo mismo una disputa por la Presidencia en 1988 que en 2006. Mejores circunstancias para la lucha democrática es legado de Cuauhtémoc Cárdenas.
En la hoja de servicio de los personajes de las últimas décadas tienen un lugar destacado Cuauhtémoc y López Obrador; no llegaron a la Presidencia de la República, pero tienen mejor y más digno sitio que quienes los derrotaron, aunque no les ganaron en legitimidad.
Otra analogía de los dos líderes está en su empecinamiento, su disciplina para persistir y luchar con intransigencia; sin embargo, López Obrador es extremo y desde ahora perfila su candidatura para 2018; para ello creó un partido a modo, con una dirigencia a modo, con un proyecto a modo. Cuauhtémoc tiene tolerancia; ninguna, López Obrador y ésa es la diferencia entre el PRD y Morena.
Por primera vez en su historia, el PRD con Los Chuchos ha sido actor central en negociación con el poder; Muñoz Ledo también obtuvo algo, pero lo perdió la pirotecnia propia de su singular vanidad y privilegiada inteligencia. Es cierto, el Pacto por México no se explica sin la destreza negociadora de quienes López Obrador siempre ha visto con desprecio.
Como quiera que se le vea, lo que ha hecho el PRD desde que AMLO decidió formar un proyecto propio es lo más próximo a una izquierda moderna y constructiva. López Obrador y Morena son expresión radical y contestataria, poco avenida con la democracia.
La amenaza mayor del PRD se llama López Obrador; la mejor y más eficaz medicina contra éste es Cuauhtémoc Cárdenas. Por ello el PRD lo requiere más que siempre y hay voluntad de casi todos para que Cuauhtémoc recupere en la organización el lugar que le corresponde y con su autoridad moral dejar atrás el partido de tribus que de origen ha sido el PRD.
Una baja en este proceso es Ebrard y su pretensión de ganar la candidatura presidencial apropiándose de la dirigencia partidista, con encuestas a modo en la mano. Ahora queda claro el error de no haber optado por el Senado, invitación que le hiciera López Obrador candidato. La cuestión es que es posible que la disputa por la dirección nacional derive en una candidatura única o de unidad.
Para el PRD los tiempos adelante no son fáciles. El acuerdo del gobierno con el PAN significa una reforma energética inaceptable a los estándares de la izquierda. Romper con el Pacto por México sería un error, ya que haría inevitable la alianza del gobierno con el PAN, precisamente lo que minó a Cuauhtémoc Cárdenas en la secuela a la elección de 1988. El ajedrez político lleva al PRD a mantener a toda costa su interlocución con el poder y una actitud pragmática en materia de alianzas.
A diferencia del pasado, el PRD muestra el desgaste del ejercicio en el gobierno. Lo mismo sucede en el DF que en los estados donde tiene el poder. Por otra parte, Morena plantea un escenario para 2015 de voto de izquierda fragmentado. El PRI y el PAN pueden tener inesperados triunfos en territorios gobernados por el PRD, incluso en el DF.
Otra singularidad de estos tiempos, virtud y debilidad, es que el PRD por primera vez en su historia no se nuclea en torno a un líder en el deseo de ganar anticipadamente la Presidencia; ahora lo que vale es la organización y su proyecto político, una experiencia inédita que remite a la lucha originaria de la izquierda.
Queda claro que la vigencia y actualidad de Cuauhtémoc Cárdenas no solo resulta de sus atributos e historia personal, también se deriva de la circunstancia de la organización que conformó hace un cuarto de siglo en medio de la incertidumbre, adversidad e intolerancia extrema del poder presidencial.