El rey que habla y tendrá que entender catalán

El parlamento y gobierno locales han decidido que el 9 de noviembre próximo se haga un referendo en Cataluña para que sus habitantes decidan si quieren comenzar el proceso de autonomía del Estado español.

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Barcelona, España. Le llaman democracia de los balcones. Durante el último año los balcones de esta ciudad y el resto de Cataluña se han llenado de banderas catalanas. Las cuatro barras rojas sobre el amarillo y en un extremo una estrella blanca sobre un fondo azul. 

Colocar la bandera se ha convertido en el símbolo del movimiento por la independencia catalana que, aunque siempre ha existido, ha incrementado exponencialmente sus activistas y su influencia en Cataluña. Un movimiento de organizaciones políticas y ciudadanas, reunido en la Assamblea, se ha convertido en el referente de partidos políticos y gobernantes.

El crecimiento del número de aquellos que hoy quieren un nuevo marco de relación con el Estado español es sorprendente, y aunque tiene muchas explicaciones, tal vez una de las principales tenga que ver con el largo gobierno de la derecha española en Madrid, Aznar y Rajoy, con una breve interrupción de Zapatero. 

Los populares se han empeñado en la hostilidad contra Cataluña en lo fiscal, económico, social y cultural. Famosa la frase de un ex ministro de Educación que identificó su misión como españolizar a los niños catalanes. Los niños catalanes, por cierto, tienen mejores resultados en exámenes en español que muchos niños españoles.

El parlamento y gobierno locales han decidido que el 9 de noviembre próximo se haga un referendo en Cataluña para que sus habitantes decidan si quieren comenzar el proceso de autonomía del Estado español. Proceso similar al que está viviendo, por cierto, Escocia respecto a Reino Unido.

En medio de esta discusión, que consume a medios y políticos catalanes, llegó la decisión del rey Juan Carlos. Su hijo Felipe, que será rey la próxima semana, es un personaje apreciado en Cataluña; entre otras cosas porque, a diferencia de otros gobernantes españoles, ha tenido el cuidado de aprender y hablar catalán. 
Josep-Lluís Carod Rovira —uno de los líderes del independentismo— me decía sobre la aparición de Felipe: “España siempre llega tarde”, creyendo que en nada cambiará la decisión de los catalanes. 

Puede ser. 

Pero Felipe llega justo a tiempo en el sentido de que, a unos meses de ser rey, un nada despreciable grupo de los que cree sus súbditos le dirán con votos que no quieren ser parte de su reino. Se lo dirán, seguramente, en catalán. Idioma que entiende.

Será el primer asunto de Estado del joven rey. 

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