El rey Tin Tan

Cinco años después de “Ahí está el detalle”, la película insuperada que lanzó a Cantinflas, se estrenó la primera de Tin Tan, “El hijo desobediente”, en 1945.

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Si buscamos una auténtica tradición actoral en Occidente de los clásicos a nuestros días sólo podemos contar con los personajes de comedia. La tragedia griega, al cambiar la mitología por el catecismo, dejó su carácter sacro mientras que la comedia continuó con su vocación desmitificadora y sacrílega porque no importaban a sus efectos los cambios en creencias y costumbres.

Aquí, en Mérida, Miguel Ángel Canto demostró la vigencia de Terencio con la risa de un público muchos siglos posterior.

Y, desde la Edad Media, para la escena en nuestro idioma, continuó la tradición con aquellos juglares que no eran sino cómicos de la legua, pícaros como sus personajes, hasta la mitad del siglo 20, cuando la irrupción masiva de los televisores les fue quitando el filo. De ahí en adelante salvo brillantes excepciones (pienso en Cholo) se ha adecentado al pícaro. 

Pero el mejor Cantinflas fue un pelado y Tin Tan ni como Tsekub Baloyán se pudo adecentar. Hoy, con el estreno de una película sobre Cantinflas, mucho se habla del mecapalero de La Merced nacido en Santa María la Ribera. No he visto la película y, por tanto, no puedo comentarla, en cambio, acaba de pasar el cumpleaños de Tin Tan, el 19 de septiembre.

Para seguir con fechas hago notar que cinco años después de “Ahí está el detalle”, la película insuperada que lanzó a Cantinflas, se estrenó la primera de Tin Tan, “El hijo desobediente”, en 1945. Si es verdad lo que afirmaba Monsiváis de que el apodo del mimo viene de un grito del respetable en la Carpa Ofelia (“¿Cuánto inflas?”) también la buena briaga los hermanó en sus inicios, porque para decidir que Tin Tan es un genio basta oírlo cantar, con su carnal Marcelo, “El hijo desobediente”.

Aunque también nació en el D.F., venía de Ciudad Juárez para molestar con su pachuquez a las buenas conciencias, sobre todo, a las que buscaban una “raza cósmica” desligada de los gringos. Además de pachuco, pacheco, espléndido bailarín y cantante, cachondo seductor dentro y fuera de la pantalla y simpatiquísimo.

Para mí es el Rey (aun por encima del mejor Cantinflas, que ya es decir) y tal vez por eso veo con cierta frecuencia, gracias a Youtube, la escena con Vitola (ese otro monstruo de nuestro cine) precisamente en el “Rey del barrio”. Insuperable, inabarcable, objeto de toda mi admiración.

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