El robo del siglo… ¡Ay, mamá!

Sabemos que la descalificación del contrario es parte del juego pero, señoras y señores, hay límites.

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Las palabras están muy devaluadas: hoy día, cualquier represor es un “genocida”, los regímenes de turno (del PRI o del PAN, o sea; el PRD se salva por los pelos o, en todo caso, sus detractores son más prudentes) son “fascistas” y, miren ustedes, la reforma energética que propone el presidente Peña Nieto es el “robo del siglo”, según lo pone López Obrador.

Este calculado tremendismo no debería sorprendernos demasiado: en Estados Unidos, los conservadores más reaccionarios del partido Republicano acusaron a Barack Obama de casi instaurar un sistema “comunista” cuando recompuso el sistema sanitario de su país. Pero sí es preocupante, de cualquier manera, la sistemática utilización de términos exagerados y mentirosos.

En una democracia hay valores asumidos voluntariamente por todos los actores sociales y la presunta existencia de grandes desviaciones —el “fraude” electoral, en su momento, o la “mafia” en el poder, y, ahora, el antedicho “robo”— significaría, en los hechos, un cuestionamiento de pies a cabeza del orden establecido. Dicho de otra manera, es imposible conferirle siquiera la más mínima legitimidad al oponente político cuando este perpetra “robos”, comete “fraudes” y no es un participante honrado sino un “mafioso”.

Sabemos que la descalificación del contrario es parte del juego pero, señoras y señores, hay límites: una cosa es cuestionar, por ejemplo, el ejercicio del gasto público y atribuirle al actual Gobierno una responsabilidad en el pobre crecimiento económico, como hacen los panistas, y otra muy diferente es hablar de un “robo” simplemente porque hay una propuesta de que inversores aporten a Pemex los capitales de los que carece el Estado mexicano. Pero, en fin, es el estilo de la casa. Nada nuevo bajo el sol.

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